jueves, 28 de marzo de 2013

"LA GLORIA DE ARZÚA" (relato corto.-2012)






PRIMER PREMIO en el III CONCURSO DE RELATOS CORTOS "MIL CAMINOS" del mes de Diciembre de 2012.



 "LA GLORIA DE ARZÚA"

«Ni un paso más», se dijo.
El calvario que llevaba a cuestas su fatigado cuerpo ya había sido más que suficiente, y lo que Daniel no estaba dispuesto por nada del mundo era a entregarse a un martirio innecesario.
Dejó la pesada mochila a un lado, y se sentó en una gran piedra a un lado del camino. Desató cuidadosamente la bota de senderismo que, ingenuamente, se había comprado completamente nueva dos meses atrás, y que ahora era la responsable de su vía crucis personal.
Cuando logró retirar a duras penas el calzado, su pie izquierdo rezumaba calor y humedad. En la punta del calcetín se marcaban dos claras manchas pardas donde Daniel reconoció el lugar en que aparecieron sus primeras ampollas…que al cabo de dos días ya fueron dolorosas llagas.
De nada sirvieron los baños de inmersión en agua fría al finalizar cada jornada, ni los parches de hidrocoloides que un amigo del hospital le había facilitado y que, supuestamente, eran geniales para ese tipo de heridas.
Tampoco sirvió de nada almohadillarse el pie izquierdo con gasas y esparadrapo. Por el contrario, lo único que conseguía aliviar eran las dos primeras horas de camino, porque cuando dicho almohadillado perdía su función, Daniel observaba que su pie se hinchaba aún más.
Al quitarse el calcetín, la imagen era realmente dantesca. Las gasas estaban completamente empapadas con una mezcla de sudor y sangre, que goteaba continuamente en el suelo.
¿Por qué había llegado hasta allí? ¿Qué lo había empujado a estar en mitad del monte coruñés, con serias heridas en los dedos y plantas de ambos pies?
Ni él mismo podía explicárselo. Lo que se inició como una aventura pseudo deportiva con los amigos, se había convertido con el paso de los kilómetros en una prueba de superación personal, en un descubrimiento de sí mismo en su faceta más espiritual, donde nada del mundo terrenal puede desviar tus sentidos: únicamente monte, camino y arboleda.
Esa misma mañana, en Palas de Rei, ya se había dado cuenta de que sus pies no podían caminar.
No era una cuestión muscular (afortunadamente, su preparación física era bastante buena), sino una inconsciencia por su parte al haber confiado en un calzado excesivamente nuevo y poco trabajado.
Pensaba que su piel era resistente, pero no. Sentía los latidos del corazón en cada una de las llagas, y sólo sentía alivio con el contacto del aire, o el frescor del agua.
Aun así, se puso en marcha esa mañana y trazó un “plan de objetivos del día” que fue cumpliendo plazo a plazo.
Su primer objetivo fue salir de Palas de Rei. Después, andar al menos cinco kilómetros.
Al poco tiempo vio pintado en un muro el número de teléfono de un taxi, y se convenció a sí mismo de seguir adelante: siempre podría llamarlo y fin de la aventura.
Su siguiente objetivo entonces, fue culminar los cien kilómetros necesarios para obtener la Compostela en Santiago…después su meta fue cruzar la frontera que separa la provincia de Lugo de A Coruña por la aldea de O Coto…más tarde, alcanzar el primer pueblo coruñés importante (Melide) y cruzar su famoso puente medieval…y por último llegar hasta el albergue, del que tan sólo le separaban escasos kilómetros.
No le quedaba más que una hora de camino para cumplir su última meta.
Pero el empuje de su ánimo, ese que le había ayudado a conseguir poco a poco todos los objetivos del día programados, también lo habían arrojado a un lugar perdido en el monte que conducía hasta Arzúa, alejado de la carretera (y por tanto, de la salvadora llegada de un taxi) y además sin cobertura telefónica para poder avisar a Protección Civil, Guardia Civil, Bomberos, guardas forestales, Ejército de Tierra,…lo que fuera que pudiera rescatarlo.
«Cuatro kilómetros…no son más que cuatro kilómetros», se repetía a sí mismo Daniel, con lágrimas de rabia e impotencia en sus ojos.
No había una motivación especial para haber iniciado esa aventura. No tenía que agradecer nada a Dios, no tenía que cumplir promesa alguna, nadie lo esperaría en Santiago.
Pero fue precisamente eso, lo que lo mantenía firme. Llegó sin «nada»…y había descubierto a un Daniel que desconocía, precisamente cuando el camino empezaba a causar estragos en pies, mente y moral.
Un peregrino de mediana edad pasó frente a él…detuvo su caminar y le preguntó:
—¿Estás bien?...
Era obvio que no…aun así, Daniel negó con la cabeza y secó con cierta vergüenza sus lágrimas.
El peregrino añadió:
—A veces…parece que todo va en tu contra. Aparecen dificultades…una detrás de otra. El Camino de Santiago, no es más que una metáfora de la Vida, amigo. Y cuando estás ahí, sentado, sangrado por tus heridas…te das cuenta que sólo tienes una opción: levantarte y seguir el camino…aunque duela. ¡Ánimo, amigo! Ya queda menos… ¡Buen Camino!
—¡Buen Camino! —respondió Daniel.
Mientras veía alejarse la figura del peregrino, recordó una frase que leyó pintada en el muro de una vieja casa, en la misma linde de la calzada:
«Cuando el camino se hace duro, los duros caminan».
Cerró los ojos e inspiró profundamente el frío aire hasta hinchar sus pulmones. Lenta y penosamente se calzó de nuevo, a punto de gritar de dolor.
Se puso en pie y decidió que esos últimos kilómetros también habrían de aportarle algo, además de sufrimiento. Si los superaba, se sentiría capaz de acometer cualquier empresa en la vida, por dura que fuera.
Inició un dubitativo caminar, que se transformó en clara cojera…pero le daba igual. Seguramente Daniel se rendiría sin remedio alguna vez, pero ese momento no había llegado aún. No en aquel punto perdido del monte coruñés.
Al terminar el día, puso sus castigados pies sobre el suelo de Arzúa, y tuvo por fin el firme convencimiento de que podría afrontar cualquier tipo de reto sin temor al fracaso o el sufrimiento por el resto de su vida. Jamás le abandonaría el coraje.
Sin buscarlo, Daniel había encontrado su particular «por qué» del Camino.


Ficha Técnica:
   Concurso: III Edición del Concurso de Relatos Cortos "Mil Caminos"
   Organizador:  Bodegas Martín Códax.
   Lugar:  Cambados (Pontevedra). ESPAÑA
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