martes, 11 de noviembre de 2014
miércoles, 18 de junio de 2014
"LA GUERRA DEL LOCO", PRIMER PREMIO DEL VI CERTAMEN LITERARIO "LEOPOLDO DE LUIS" DE RELATO CORTO
El Distrito de Tetuán de Madrid, ha anunciado los premiados en el VI Certamen Literario "Leopoldo de Luis", una de las convocatorias narrativas más seguidas e importantes de nuestro país.
El presente certamen, ha batido todos los records de participación anteriores, con un aumento del 36% en cuanto a trabajos presentados, un total de 526 de los cuales 340 eran relatos y el resto poemarios.
La concejala Paloma García, se ponía en contacto conmigo para notificarme la adjudicación del premio cuyo Acto Oficial de entrega será a finales de noviembre del presente en el Distrito de Tetuán, coincidiendo con el aniversario de la muerte del escritor Leopoldo de Luis, el 20 de noviembre de 2005.
El jurado ha manifestado a los medios de comunicación que tanto el ganador de poesía como el de relato corto "han concitado la máxima aprobación" por parte de ellos, valorando la calidad general de los textos presentados a concurso en un certamen que se consolida dentro del panorama literario español.
La obra, galardonada con 1500 euros de premio, también será publicada por la Corporación Municipal madrileña.
lunes, 9 de junio de 2014
GANADOR DEL XI CERTAMEN LITERARIO DE RELATOS CORTOS DE MIAJADAS
El pasado sábado por la noche, el Excmo. Ayuntamiento de Miajadas (Cáceres) hacía entrega durante su Gala Literaria anual, de los Premios Literarios de Poesía y Relatos Cortos.
Alrededor de las 22:30h, se me anunciaba como ganador del Primer Premio en la categoría de Relatos Cortos en su XI Edición.
Tras agradecer al jurado la concesión del premio, procedí a dar lectura al relato ganador: "Con la frente marchita", en un acto que estuvo presidido por el alcalde de la localidad, D. Juan Luis Isidro, y que contó con la presencia de las cámaras de la televisión local y de la prensa extremeña.
Cabe destacar que el Certamen de Miajadas, pese a su juventud, cuenta con un palmarés importante y un prestigio dentro del mundo de los concursos nada desdeñable, algo que quisimos destacar en nuestras alocuciones tanto un servidor como Raúl Clavero, joven y prometedor escritor de Madrid, que con su relato "Temporada de setas" se hizo acreedor del Segundo Premio de Relatos Cortos.
Este es el sexto premio nacional de relato que obtengo en el último año, y el primero en el presente 2014.
viernes, 2 de mayo de 2014
"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XVII
El
vendaval de pruebas diagnósticas y visitas de los distintos
especialistas a la habitación de Aislamiento donde pernoctaba,
vivía y sufría el bueno de Paco Penas convirtió la
unidad de Medicina Interna en un continuo ir y venir de batas
blancas que deambulaban pasillo arriba, pasillo abajo para darse
de bruces con el sinsentido de un atribulado paciente que no entendía
a qué se debía tanta diligencia médica por una simple
diarrea.
El
trasiego de personal sanitario hacia el fondo del pasillo, resultaba
en cierta forma divertida, ya que parecía como si de una nueva
peregrinación mariana se tratara.
Pero
el que soportaba los pinchazos y las radiaciones era
un humilde trabajador de la industria campogibraltareña que
a estas alturas de la película apenas si recordaba el motivo de su
ingreso hacía ya bastante tiempo (Paco había perdido la
cuenta de los días que llevaba encerrado entre las cuatro paredes
del vetusto hospital). Pasar por la misma experiencia que hacía
apenas una semana había pasado, procediendo a visitar de nuevo el
servicio de Radiología, Endoscopia, etc...le provocaban la
sensación de Bill Murray en la película "Atrapado en el
tiempo" con su eterno y fatídico despertar en el "Día de
la Marmota", y la sensación de desazón aumentaba
exponencialmente cuanto más consciente era de que tanta prueba no
iba a aportar nada nuevo a su proceso hospitalario.
Rendido
a la evidencia de que había dejado de ser Paco Penas para
convertirse de nuevo en un número, en una estadística, en un sujeto
aislado de su entorno natural y social...su ánimo fue decayendo a
pasos agigantados.
Fue
en ese momento determinado cuando las crujientes bisagras de la
puerta sonaron a mediodía, y el Dr. Carapalo (ataviado con toda
suerte de protecciones) mantuvo una nueva conversación con
él...aunque un tanto inesperada.
-
¿Cómo se encuentra? ¿Mejor?
-
Hombre. Si usted piensa que estar mejor es que me pinchen para
ponerme un gotero, me partan una vena, consigan colocármelo a la
tercera, me saquen 6
tarros de sangre, me metan un tubo por el culo y luego otro por la
boca (que espero no fuera el mismo), me hagan varias radiografías,
un TAC, una Resonancia, venga un cirujano y me meta un dedo otra vez
por el culo, luego venga un psiquiatra a preguntar si abusaron de mi
cuando pequeño, y para
colmo un señor de mantenimiento se lleve dos horas dando martillazos
al picaporte de la puerta...pues qué quiere que le diga, sí…
creo que ESTOY MUCHO MEJOR.
Ante
la "agresividad" dialéctica de Paco Penas, el doctor
comienza a retroceder lentamente sin decir palabra y sin perder de
vista a nuestro protagonista que, encendido, espeta al doctor...
-
...pero bueno, qué quería decirme.....
-
Yo,..esto...venía a informarle de que...por necesidades del
servicio...no tenemos más remedio que ocupar otras dos camas en
esta habitación...
-
¿Cómo? ¿Pero no se supone que estoy "aislado"? ¿Y
si les pego esto a los que ingresen aquí?
-
A ellos también se les ha aislado Clostridium Difficile...así que
no se lo puede contagiar, ya lo tienen.
-
¿Y es lo correcto, ingresarlos conmigo?
Silencio en la habitación.
Por
un momento Paco y el Dr. Carapalo intercambian miradas
que parecen indicarle que realmente no es un proceder muy
correcto...pero finalmente el doctor sale airoso de tan embarazosa
situación con un escueto...”Son necesidades del Servicio”...que
queda flotando en el aire hasta que abandona la habitación dejando
a Paco Penas de nuevo con la palabra en la
boca. Al principio se siente contrariado porque su
opinión de nuevo vuelve a ser ninguneada y porque vuelve a sentir
que forma parte de un complicado engranaje de donde es
difícil escapar. Pero conforme pasan los minutos, Paco ve
cierta luz de esperanza porque, al fin y al cabo, eso quiere decir
que tendrá compañía y que sus horas de soledad iban a
acabar de una vez por todas.
Los
celadores traen una cama a la habitación...
...”ya
vienen los ingresos”...le dice uno de ellos. Al cabo de un buen
rato, unos golpes en la puerta...”con permiso”....Dios, esa
voz, le resulta muy, muy familiar...
-
¡¡Amigashooooooooooooooooooooooooooo, otra vé juntito loj dó!!!
Zé
Manué (El Chori), con sus ojos más saltones que nunca, descalzo,
con sus pantalones cuatro tallas
más grandes y a punto de salirse por el escote de la blusa, se
planta con los brazos en cruz en ademán de abrazar a un atónito
Paco.
-
Ya entiendo a los enfermos que quieren la eutanasia.-dice Paco.
-
¿No te da legría vermeeeeeeeee? Amo a selebral- lo, amigashooooo,
tinvito un fanta.
-
Nunca tienes dinero.
-
Pontonse minvita tu a mí, ja-ja-ja-ja...no te procupe, que
zeguro questo é como lo que le pazó ar Calígula...
-
¿Calígula? ¿Otro "amigacho" tuyo?
-
Que diiiiiiiseeeeee, ja-ja-ja-ja, que vaaaa, amigashoooo....er
Calígula é er perro de mi prima la Yésica, un fos-terrín de
pinigril....
-De
pedigrí, querrás decir...
-Bueno,
tumantendío, amigasho...po eso, que el ioputa perro se tragó argo
y no paró de cagá en sinco día.....po argo así vamo a tené tú y
yo, acuérdate lo que te digo.
La
conversación con el Chori continuó por los derroteros habituales en
él, y del perro de su prima, pasó a hablar de su Chana, de su
abuela Asunción, y
de toda su familia en general. Paco fue poco a poco dándose por
vencido hasta que, ya avanzada la noche decidió no esperar despierto
al último acompañante que debía
ingresar.
El
Chori, no se sabe cómo ni por qué, tras la visita de un "primo"
suyo (asombrosamente con peor pinta que él), se metió algo en
la boca y minutos después dormitaba plácidamente en su cama con
ojos vidriosos, mirada perdida e hipersalivación profusa.
Paco
se introdujo en la cama y se tapó hasta las orejas, dando la
espalda al Chori y buscando el alivio de un buen
sueño reparador.
En
ese momento los celadores introducen la tercera cama en la
habitación. En la penumbra tan sólo se observa un bulto tapado con
sábanas y mantas que permanece quieto e imperturbable junto a la
cama del Chori, que ocupa la parte central.
Parece que ahora si hay paz en la habitación. Por fin...
Paco
vuelve a darse la vuelta mirando hacia la ventana, dejando a sus
espaldas a sus nuevos compañeros de cuarto.
Justo
cuando comienza a sentir el picotazo del sueño, piensa...
“despues de tantos días de incertidumbre y penalidades y de volver
a reencontrarme con el Chori, ¿puede ir algo a peor?”.
Decidido
a que es imposible y que ya ha tocado fondo, se anima pensando que
sólo queda mejorar y se sumerge en un duermevela
dulce.
Hasta que el nuevo inquilino del cuarto se
incorpora y grita a pleno pulmón...
-
¡¡ANTONIAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!
jueves, 24 de abril de 2014
"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XVI
El
paso del tiempo es algo muy subjetivo y depende de una serie
de factores que, en muchas ocasiones, nada tienen que ver con la
estricta realidad. De todos es sabido que cuanto más entretenida o
concentrada está nuestra mente, más rápidamente parecen avanzar
las agujas del reloj. Sin embargo, cuando no hay nada que hacer, ver,
presenciar o siquiera intuir, el tiempo parece detenerse haciendo el
día eterno y la noche infinita. En esa situación, debía
encontrarse Paco Penas, atrincherado entre las sábanas y mantas de
su cama, encerrado como si fuese un pajarillo entre aquellas cuatro
paredes que no se movían de donde estaban y que no aportaban
ni un ápice de triste conversación a
nuestro protagonista. Por eso, traspasada ya la
invisible barrera del mediodía
y ya cercanos a la anglosajona "hora del té", Paco
vislumbró una novedad en su monotonía diaria...le dolía la
cabeza y sentía escalofríos. No era precisamente la mejor manera
de salir de la rutina, pero la situación de Paco era tan
desesperante que un hecho luctuoso como sería el estallido de la
Refinería, supondría un alivio para su mente, completamente imbuída
en el blanco de sábanas y pijamas, y en el blanco roto-amarillento
de las mugrientas paredes de su olvidada habitación. Así que ni
corto ni perezoso, llamó al timbre y le comentó a la
enfermera su dolencia. Tras medirle la temperatura y
administrarle un paracetamol, Paco se introdujo en la cama y esperó
pacientemente el efecto milagroso del comprimido. Pero media hora
después, los escalofríos persistían y el dolor de
cabeza era insoportable. Paco volvió a llamar, y tras
comprobar que la fiebre no había bajado sino todo lo contrario, la
enfermera pronunció unas palabras que bien podían haber servido de
epitafio para nuestro protagonista.
-
Habrá que avisar al Internista de Guardia…hoy está el Dr. Ruiz
Bacinete.
Tras
una media hora esperando la llegada de tan enigmático personaje, la
puerta de la habitación se abre, y aparece un señor cubierto de
toda la protección habida y por haber, aunque intuyéndose una
impoluta bata blanca y un voluminoso fonendoscopio colgado
de los hombros.
El
señor, moreno, de mediana edad en todo momento da una sensación de
corrección y educación poco común hasta la fecha, lo cual es
bienvenido por Paco.
Al
menos hasta el mismo momento en que el médico abre la
historia médica y comienza a leer... El gesto del doctor va
cambiando, del mismo modo que los camaleones cambian de color
dependiendo de su entorno...y empieza a dudar...
-
Uf...no sé...podría ser...no creo...en fin, habría que...
Una
enfermera que se encuentra al lado, se le queda mirando como
queriendo saber más...craso error...
-
Verá usted, -le dice a Paco, aunque con la clara intención de que
la enfermera también se entere- creo que deberíamos hacerle una
serie de pruebas...
-
Ya me han hecho analíticas, hemocultivos y una colonoscopia...
-
Sí claro, aquí lo tengo todo, pero han pasado muchos días y vaya
usted a saber de qué se trata -el doctor se va sofocando un
poco-...podría ser una diarrea osmótica, o una secretora,
podría ser causada por un virus, o por una bacteria, podría
tratarse de un colon irritable, una simple hipermotilidad
intestinal, una enfermedad de Crohn, un Síndrome de Malabsorción...
Ahora
es Paco el que comienza a cambiar de color…
-...y
no habría que descartar la posibilidad de que fuera disentería, o
incluso, sí, por qué no ¿ha ingerido usted últimamente
etanol?, no, no, no, olvídelo. ¿Y loperamida, ha ingerido usted
últimamente loperamida? Tampoco, ya veo. Esto es un “pastizo”.
El
sudor empieza a caer por la frente del Dr. Ruiz Bacinete que pasa las
hojas de la historia médica nerviosamente.
-...Giardiasis...es
otra posibilidad, ¿usted ha bebido últimamente agua de
charcos? No, no, ya veo que lleva usted aquí ingresado casi un mes.
Paco
mira a la enfermera buscando consuelo en su mirada, y tan sólo
obtiene una respuesta encogiendo los hombros y mirando al techo.
-...podría
ser diarrea del viajero. Ah no, es verdad, que lleva aquí un mes
metido, es imposible. Salmonela, escherichia colli. Y no
podemos descartar que sea cólera…
El
médico cierra súbitamente la historia y le dice a la enfermera...
-
Toma nota. Le vamos a pedir una analítica completa con gases
arteriales, un sedimento, orina de 24 horas, coprocultivo y
heces para micobacterias, le vamos a sacar de nuevo hemocultivos
seriados. Hoja de consulta a cirugía (no vaya a ser cosa de ellos),
hoja de consulta a digestivo, hoja de consulta a neumología, hoja de
consulta a salud mental (vete a saber a qué es debida la
diarrea), quiero control de diuresis diaria y le vamos a colocar una
vía periférica con sueroterapia. Le vamos a pedir enema opaco,
nueva colonoscopia, TAC abdominal urgente y Resonancia Magnética
muy preferente. Para empezar ahora, una Radiografía simple
de abdomen urgente. También le vamos a pedir un estudio
gastroesofágico. Necesito un teléfono para hablar con un experto
en enfermedades tropicales…
Paco
empieza a escuchar la voz del doctor cada vez más lejana, mientras
éste sigue con la interminable lista de posibles patologías que
pudieran haber desencadenado sus diarreas. Conforme van apareciendo
nuevos vocablos extraños en la garganta del internista de
guardia, la visión se hace más borrosa y Paco va cayendo en un
extraño sopor producto de la mala impresión…hasta que de
nuevo una pregunta del médico espabila los sentidos de
Paco…
-
… ¿ha estado usted últimamente en el Caribe, o en África
Subsahariana? ¿no? ¿y le ha picado algún mosquito raro?
¿Tampoco?...
-
¿Algo más?-pregunta con sorna la enfermera que ha observado el
aumento de la palidez del rostro del paciente.
Tras
un breve momento de reflexión del Dr. Ruiz Bacinete,
éste sentencia finalmente:
-
Sí, comprobar si se desratizó correctamente esta habitación en su
día. Hoja de consulta a Medicina Preventiva, también. Y llama a
mantenimiento para que arregle el picaporte de la puerta.
Dicho
esto, el internista abandona la habitación dejando a Paco Penas
aterrorizado con todo lo acontecido e intentando ordenar ideas
sobre qué tipo de amenaza se cierne sobre su salud y todas las
medidas adoptadas para su resolución. Finalmente, en la
soledad de su habitación, Paco llega a la conclusión de que lo
mejor hubiera sido cerrar la boca y esperar a que la fiebre se
hubiera ido sola sin "ayuda" de nadie.
jueves, 17 de abril de 2014
"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XV
No
es que Paco fuera persona desagradecida o particularmente exigente
con las mínimas comodidades que un centro hospitalario de la red
pública andaluza pudiera ofrecerle, aunque haya podido parecerlo
hasta ahora. Al fin y al cabo la familia Penas era de origen muy
humilde: pescadores, estibadores de puerto y obreros de la
construcción y metalurgia. La inmensa mayoría de la familia
Penas, había hecho honor al apellido desde el comienzo hasta la
conclusión de sus erráticas vidas. El único caso familiar de
"estatus social alto" era el de un primo de Paco que
estudió derecho en la Complutense en los años 70; aunque a
mediados de los 80 se dedicó a su deporte favorito, el
levantamiento de vaso de tubo en barra libre (para lo que sin duda
hubiéramos disfrutado de
campeón y medalla de oro durante 3-4 olimpiadas
seguidas). De esta absurda manera, el bueno de Diego Penas (el primo
de Paco) dilapidó sus ahorros y su escasa reputación, a la vez que
en la Justerine & Brooks colgaban su foto enmarcada como
cliente del año durante una década...
Pero
dejemos de divagar sobre la enjundia del apellido Penas.....
Nuestro
triste protagonista veía pasar las horas encerrado entre cuatro
sobrias paredes que parecían observarlo con la insana intención de
echársele encima al pobre Paco.
La
ventana, la pared, la puerta...sus ojos trazaban una y otra vez un
recorrido que empezaba a ser cansino, monótono y poco alentador para
una persona con tan frágil espíritu.
De
vez en cuando se refugiaba en su fiel radio de bolsillo que le
acompañó desde los primeros momentos de su desdichado ingreso en el
Hospital, y hubiera seguido siendo un excelente compañero de viajes
de no ser porque las pilas alcalinas, por mucho que digan los
incansables conejitos del anuncio, siempre tienen un
inexorable final. La ventana, la pared, la
puerta...
A ratos, alguna enfermera o alguna auxiliar aparece en
la habitación ataviada de una serie de complementos que los hace
parecer sanitarios espaciales de la NASA: guantes, batas, patucos... incluso
los hay que entran con mascarillas y con gorro.
Paco
no termina de entender, a qué viene tanta precaución...y por qué
algunos toman una serie de medidas preventivas extenuantes
(despojándose de la ropa desechable y lavándose las manos dentro de
la habitación) mientras otros apenas siguen la mitad de estas
engorrosas precauciones a rajatabla.
La
ventana, la pared, la puerta...
Ese
día el médico se olvida de él...o al menos eso es lo que piensa
Paco, que ve como las manillas del reloj avanzan con una lentitud
desesperante, como si cada minuto constara de 500 segundos, y cada
segundo transcurriera en lo que normalmente pasan cuatro.
La
ventana, la pared, la puerta... La puerta...¿se abre?
Efectivamente,
la puerta se va abriendo poco a poco, y la esquelética figura de Zé
Manué asoma bajo el dintel empujando mansamente el pomo.
-
Amigashoooo... ¿cómo ejtáh?
Paco
Penas (quién se lo iba a decir), siente una extraña alegría
al observar a su ex-compañero de habitación....un ser vivo sin
ningún tipo de protección, por fin....un momento.... ¿¿¡¡sin
protección!!??
-
¡Pero hombre, qué haces ahí sin ponerte nada!
-
Naaaa, tu tranquilo amigasho, zi yo ya tengo en er cuerpo bisho má
pinigrozo quer que tu tiene ner culo, zeguro, ja-ja-ja-ja.
-Y¿qué
quieres?
-
Naa, que mandejao zolo en er cuarto ystaba emburrío, ¿zabusté? ej
que no dehan a nadie de mi hente que me vizite, porque disen que yo
lo mijmo he cohío er bisho de loj cohone ¿zabusté?
-
¿Que también te han aislado?
-
Po zí, amigasho, yo tambien tengo er cotíleo difísil,
pol-lo vijto.
-
Y si estás aislado… ¿qué haces aquí?
-
Po naaaa, venía a bujcarte, amigasho, que no vea la que pazao pa
encontral-lo. He ío habitasión por habitasión, preguntando po ujté
Paco
se echaba las manos a la cabeza y se tapaba los ojos mientras negaba
con la cabeza...el dichoso bichejo tenía que estar campando a sus
anchas por toda Medicina Interna, por obra y gracia del Chori. Se
escuchan unos gritos en el pasillo. “¡¡José
Manuel!! ¿Dónde estás?”...movimiento nervioso
de pasillos. Zancadas a paso ligero, puertas que se
abren, e incluso el ruido de un transmisor portátil típico de
los señores de Seguridad.
“No,
por aquí no está; ve por la escalera de atrás...sí
yo sigo en la Tercera....” Zé Manué, con los
ojos muy abiertos, sin pestañear y ante el tumulto que escucha fuera
le dice a Paco...
-
Ofú, amigasho, creo que la he liao otra vé...
-
Me parece que sí...
-
Güeno, po me ví a bajá a la zegunda planta, questa gente
zeguro que no me va bujcá en matennidá...
-
Nooooo, hombre de Dios, ni se te ocurraaaaaa… En ese momento, la
puerta se abre de nuevo y tres
enormes
señores vestidos de verde y caqui, con aire paramilitar y
transmisor en mano, se abalanzan hacia el Chori, y
protagonizan una escena semejante a la captura del Ñu por
parte de tres leones de la sabana africana.
Aunque
en este caso el Ñu pone vestidos de limpio a los leones.
-
¡Yo me ví cagá en la zorraputa de tu mare!-dice el Chori.
-
¡Que te calles ya!
-
¡No me pongah la mano ensima que zoy pinigroso, que tu no zabe con
quien ejtá hablando!
-
¡Ahora mismo te vamos a sujetar en tu cama un rato!
-
¡¡Zujétate tu un güevo!!
Dos
de los de Seguridad llevan en volandas al Chori
mientras éste grita a pleno pulmón.
-
Chanaaaaaaa, onde está la Chanaaaaaaaaaa, tengo deresho a una
llamááááá, que lo vijto en laj pinícula, dejarme hablá con la
Chanaaaaaaaaaaaaaaaaa.
El
tercer "león", se sacude un poco la ropa y resopla cansado
y tras avisar por el transmisor al resto de sus compañeros con un
“todo controlado” se dirige a Paco.
-
Ya pasó todo, ¿usted está bien?
-
Yo perfecto, pero ¿no deberían haber entrado con protección.
-
¿Ah sí?
-
Y sus compañeros, ¿no deberían haberse lavado las manos antes de
salir?
El
fornido muchacho de Seguridad se encoje de hombros, y sólo acierta
a responder
-
Que tenga un buen día.
Y
así, Paco volvió a meterse en la cama mientras al fondo oía los
alaridos del Chori que inundaban el pasillo de Medicina Interna.
Todo
volvía a la normalidad.
La
ventana, la pared, la puerta...
EN LA PRESENTACIÓN DE "SANATIO", LA NUEVA NOVELA DE LOLA MONTALVO
El pasado 13 de febrero, en el Salón de Actos del Excmo. Colegio Oficial de Enfermería de Sevilla, tenía lugar la presentación de la novela histórica "Sanatio" de mi amiga, la escritora Lola Montalvo.
Para la ocasión, su autora contó con la colaboración de los escritores Félix G. Modroño y de un servidor, que planteamos durante la hora de presentación, un debate ameno y simpático sobre la novela y la actualidad literaria en general.
Tomé la palabra en primer lugar yo mismo, agradeciendo al público su asistencia y a Lola Montalvo la invitación al evento. Durante mi exposición, enumeré las muchas virtudes de "Sanatio", entre las que destaqué que se trata de "una historia accesible para todo tipo de públicos, no hace falta ser un experto en Historia de Roma" y sobre los personajes "perfectamente dibujados, con profundidad, y que le dan a la novela mucho realismo".
Por su parte Félix G. Modroño (autor de "La ciudad de los ojos grises", "La sangre de los crucificados" o "Muerte dulce") destacó la ambientación de la novela y su buena narrativa a pesar de "que la densidad, me predispuso negativamente en un principio". Igualmente hizo hincapié en las excelentes descripciones de la autora en escenas de sanación..."se nota que es enfermera", afirmó con gracejo.
Por último, la propia Lola Montalvo se encargó de contar los entresijos de la novela, el exhaustivo trabajo de investigación que supuso ahondar en una época de Roma poco conocida para el público en general. Admitió haber impregnado a su personaje principal (Ana) de su propia personalidad, dotándola de sus reacciones y su carácter y negó la posibilidad de emprender el camino de una segunda entrega de la historia, a pesar de que hay público que lo ha solicitado, y la propia novela daría pie a una continuación.
En una última ronda de impresiones, manifesté la necesidad de que "el público se quite prejuicios y etiquetas de la cabeza. No hace falta ser Catedrático en Filología o Literatura o haber estudiado Letras para escribir. Lola y yo mismo somos enfermeros...y cualquiera podría hacerlo si se lo propone. Quizás hoy entre el publico asistente hay un escritor potencial de best-sellers".
Afirmación que corroboró posteriormente Félix G. Modroño que añadió que "lo principal para poder escribir historias es leer... leer mucho. Para ser un gran escritor, primero hay que ser un gran lector".
De esta manera, y con los correspondientes agradecimientos de la autora, se puso punto y final al acto de presentación, al que siguió la firma de ejemplares.
Os animo a leer esta cautivadora novela de Lola Montalvo: "Sanatio" (GoodBooks).
Para la ocasión, su autora contó con la colaboración de los escritores Félix G. Modroño y de un servidor, que planteamos durante la hora de presentación, un debate ameno y simpático sobre la novela y la actualidad literaria en general.
Félix G Modroño, a la izquierda. A la derecha, Alberto Puyana y a su lado, Lola Montalvo. |
Tomé la palabra en primer lugar yo mismo, agradeciendo al público su asistencia y a Lola Montalvo la invitación al evento. Durante mi exposición, enumeré las muchas virtudes de "Sanatio", entre las que destaqué que se trata de "una historia accesible para todo tipo de públicos, no hace falta ser un experto en Historia de Roma" y sobre los personajes "perfectamente dibujados, con profundidad, y que le dan a la novela mucho realismo".
Por su parte Félix G. Modroño (autor de "La ciudad de los ojos grises", "La sangre de los crucificados" o "Muerte dulce") destacó la ambientación de la novela y su buena narrativa a pesar de "que la densidad, me predispuso negativamente en un principio". Igualmente hizo hincapié en las excelentes descripciones de la autora en escenas de sanación..."se nota que es enfermera", afirmó con gracejo.
Por último, la propia Lola Montalvo se encargó de contar los entresijos de la novela, el exhaustivo trabajo de investigación que supuso ahondar en una época de Roma poco conocida para el público en general. Admitió haber impregnado a su personaje principal (Ana) de su propia personalidad, dotándola de sus reacciones y su carácter y negó la posibilidad de emprender el camino de una segunda entrega de la historia, a pesar de que hay público que lo ha solicitado, y la propia novela daría pie a una continuación.
En una última ronda de impresiones, manifesté la necesidad de que "el público se quite prejuicios y etiquetas de la cabeza. No hace falta ser Catedrático en Filología o Literatura o haber estudiado Letras para escribir. Lola y yo mismo somos enfermeros...y cualquiera podría hacerlo si se lo propone. Quizás hoy entre el publico asistente hay un escritor potencial de best-sellers".
Afirmación que corroboró posteriormente Félix G. Modroño que añadió que "lo principal para poder escribir historias es leer... leer mucho. Para ser un gran escritor, primero hay que ser un gran lector".
De esta manera, y con los correspondientes agradecimientos de la autora, se puso punto y final al acto de presentación, al que siguió la firma de ejemplares.
Os animo a leer esta cautivadora novela de Lola Montalvo: "Sanatio" (GoodBooks).
jueves, 10 de abril de 2014
"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XIV
Pasaban
las horas inexorablemente y Paco Penas veía como poco a poco su
cuerpo parecía darse la vuelta como un calcetín. Hacía no
más de una semana había ingresado en Medicina Interna, aquejado
de tos y fiebre, y lo que en un principio había sido un diagnóstico
dudoso y tímido de neumonía, había derivado en multitud de
pinchazos, analíticas de todo tipo, culminando con la escalofriante
experiencia de una colonoscopia y unas diarreas de 48 horas de
evolución sin ningún atisbo de resolución temprana, al contrario,
con indicios de mantenerse otras 48 horas extras. Basilio
a su vez seguía con la misma sintomatología que Paco, y el
hedor en la 305 era prácticamente insoportable, incluso para algunos
miembros del personal que intentaban acelerar su paso por la
habitación y salían por la puerta como alma
que lleva el diablo, buscando el consuelo de una bocanada de
aire fresco y limpio.
El
propio Zé Manué había abandonado sus bromas e impertinencias, y
buscaba el cobijo del hueco de las escaleras para librarse de la
tortura olfativa a la que era sometido.
Cuando
no tenía más remedio que volver a la habitación por algo, nada más
entrar cerraba la boca, arrugaba la nariz y con sus ojos saltones decía...”¡¡qué
pejte, caraho!!”...revolvía entre sus cosas y aligeraba el paso
para dejar atrás la hediondez del cuarto.
Cierta
tarde, Paco observa cuchicheos de pasillos...dos batas blancas
por un lado, otras tres por otro...todos hablando casi al oído, y
lo poco perceptible estaba expresado con un mensaje "cifrado",
una especie de código secreto que bien pudiera ser compatible con
una comunicación de la CIA o la Interpol.
No
se sabe si por cuestiones personales, o vaya usted a saber
de qué índole, el caso es que de repente una enfermera
entra en la habitación y habla con Antonia, la hija de Basilio.
-
Tenemos que cambiar de habitación a Basilio.
-
¿Por qué?
-
Es que tenemos que pasarlo al Aislamiento.
-
¿Qué ha pasado?
-
Le han detectado un "bichito" que le provoca esas diarreas,
y es contagioso; por eso tenemos que aislarlo.
Paco
Penas siempre tuvo un oído fino, y la conversación a pesar de
producirse a 15-20 metros de donde se encontraba, fue meridianamente
clara para sus receptores auditivos. Paco, paseaba nerviosamente de
arriba a abajo...un bichito...contagioso...
Como
si se lo estuviese temiendo, una enfermera se acerca a hablar con
nuestro protagonista.
-
Francisco, ¿no ha hablado contigo el médico?
-
No, desde hace un par de días, ¿pasa algo? ¿ha salido algo en la
colonoscopia?
-
No, eso ha salido bien, no hay nada raro.
-
¿Entonces?
-
Necesitamos que nos dé una muestra de heces. Acto seguido, la
enfermera le acerca un tarro de
plástico
translúcido.
-
Eso no será difícil…-replica Paco.
Dicho
y hecho, prácticamente a los diez minutos de tener el tarro en sus
manos, nuestro infeliz protagonista ya había completado
satisfactoriamente la recogida de la muestra, la cual entregó
rápidamente a la enfermera que se lo había solicitado.
Hubo
de esperar un par de días para que el Dr. Carapalo acudiera
al pase de sala.
Con
su habitual cara de asco (esta vez tenía una buena razón, pues el
olor en la habitación era nauseabundo), carpetas en mano y rictus
severo se acerca a Paco.
-
A ver, Francisco, le tenemos que cambiar de habitación.
-
¿Y eso por qué?
-
Porque le hemos detectado un bichito, y puede ser contagioso si no se
toman medidas
-
¿Y qué bichito es ese, si se puede saber?
El
doctor lo mira con cara de "ya me van a hacer perder el tiempo"
y le dice con voz grave.
-
Clostridium Difficile...
Zé
Manué que estaba atento, responde...
-
Fú, zo zuena mu má ¿zabá morí?
-
No, no suele ser mortal...
-
¿No suele?-responde Paco.
-
No, no, no, para nada, no tiene por qué haber complicaciones...
-
¿Pero puede haberlas?
-
Hombre, como todo en esta vida, nunca se puede decir que no con un
100% de seguridad, y...
Dicho
esto, el Dr. Carapalo toma las carpetas en las manos y sin dejar de
mirar a los pacientes de la 305, empieza a retroceder lentamente, en
una de sus brillantes maniobras evasivas dejando a Paco con la
palabra en la boca.
Al
poco, Paco Penas recoge sus cosas y es trasladado a un
cuarto en cuya puerta hay un cartel que pone "AISLAMIENTO DE
CONTACTO".
Justo
antes de abrir la puerta, inspira profundamente temiendo que su
libertad cada vez está viéndose más reducida en espacio y tiempo a
la vez que la sensación de claustrofobia va en aumento.
Zé
Manué se acerca a Paco e intenta consolarlo.
-
Amigasho, zeguro quezo nosná, yo haze tiempo cuando
era un chavea también tenía bisho en er culo, ¿zabusté?,
ademá macuerdo que me picaba una jartá, y yo venga rajcarme, y
venga rajcarme, y ná que no za ma quitaba. Mira, y me dió la mama
un remedio de la güela Zunzión poniéndome arcó de romero con
no zé qué yerba en tor zerete ¿zabusté?
-
¿Y se te quitó?
-
Po me paeze que no, pero cagá, parecía que cagaba eucalito,
amigasho.
sábado, 5 de abril de 2014
"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XIII
La
pequeña tregua que el destino reservó para el bueno de Paco Penas
apenas duró 24 horas. Un día completo de sempiterna peregrinación
al inodoro que contribuyó a erosionar aun más si cabe, la
maltrecha fortaleza física y mental de nuestro protagonista.
Si
no era suficiente con las evacuaciones interminables, para colmo de
males el Chori no cedía en su irritante empeño en sacar de sus
casillas a Paco con comentarios soeces y faltos de tacto, en un
despreciable ejercicio de "acoso y derribo" a su moral.
Finalmente
el segundo intento fue el definitivo, y la prueba se realizó con
éxito y aunque traumatizado por la desagradable experiencia de pasar
por Endoscopia,
Paco respiró aliviado.
Cansado,
derrotado, hundido, agraviado, humillado,...y por último
hambriento como hacía tiempo que no se sentía, por fin se
sumergió en las profundidades de sus sábanas blancas y descansó
algo.
Muchas
horas con una triste dieta líquida lo habían terminado de dejar
apenas con las limitadas fuerzas que te permiten soportar los
párpados abiertos, y así fue como Paco esperó con ansia
desmesurada la llegada de un almuerzo, del que no había podido
disfrutar porque durante el reparto de bandejas de comida, se
encontraba pasando "las de Caín" con el endoscopista.
Pero
era una muy sana costumbre la de Medicina Interna (y el resto de
unidades hospitalarias del centro, en general) la de enviar de vuelta
la bandeja a Cocina, y reclamarla posteriormente cuando el enfermo
está de vuelta en su cama; de esta manera, la comida no llegaba fría
a los desconsolados jugos gástricos de los pacientes.
Y
así fue como, tras la vuelta de Paco a su lecho, una de las
enfermeras telefoneó a Cocina solicitando la bandeja de nuestro
protagonista para que pudiese disfrutar de un merecido ágape.
Paco
comienza a tener unos ligeros ruidos intestinales con molestias
difusas. Una especie de "desazón" extraña, que lo empujan
tímidamente a caminar de nuevo hacia el WC.
Una
intensa y nauseabunda diarrea le obligan a permanecer
unos minutos en el cuarto de baño. Finalmente, vuelve a la cama.
Zé
Manué ("el Chori") sonríe con maldad y aunque por un
momento parece que va a volver "a la carga", se queda
mirando a Paco sin parpadear...parece que hasta él mismo está
cansado de hacer chistes con el mismo tema.
A
los tres minutos, Paco vuelve a entrar en el servicio con urgencia
pero esta vez se ve obligado a quedarse un largo rato.
En
ese tiempo, una pinche con bastantes prisas y algo atolondrada en su
proceder, se precipita hacia el mostrador de enfermería con cara de
pocos amigos, como si el hecho de portar una bandeja en sus manos y
subir a la tercera planta (en ascensor, todo
sea dicho) supusiera una afrenta a los derechos adquiridos en los
últimos 150 años por todo trabajador en su jornada laboral.
Tras
preguntar con aire de "quién puñetas me ha llamado para subir
esta bandeja", una auxiliar le indica que es para la 305.
Cuando
le van a indicar que es para el de la cama de en medio, la pinche
hace unos segundos que ha dejado a la auxiliar con la palabra en la
boca, y se encamina con un andar entre malhumorado y enrabietado,
bandeja en mano.
Paco
permanece encerrado a su pesar en el WC, tirando de la cadena de tres
en tres minutos sin poder abandonar su "trono".
La
pinche, que entra en la habitación como un miura en toriles y solo
le falta bufar y escarbar con uno
de sus pies en el suelo, pregunta
-
¿Para quién es esta bandeja?
-
Pa mí.-responde desde el fondo de la habitación
Zé
Manué.
Y
la pinche ni corta ni perezosa, le planta la bandeja
enfrente al esquelético Chori que abre los ojos al punto de parecer
que se salen de sus órbitas. En ese momento, la pinche repara en que
hay una bandeja vacía junto al Chori
-
¿Y esa bandeja?
-
Eza é de mi amigasho, que ejtá en el zirvisio,
¿zabusté?...ej
que za la comío con musha janzia y la zentao como uná patán
logüevo, y allistá rilándoze vivo, ¿zabusté?
Satisfecha
con la explicación, la pinche se da media vuelta y abandona la
planta.
Zé
Manué da buena cuenta de la bandeja de Paco, mientras éste intenta
calmar sus alborotados movimientos intestinales.
Cuando
consigue salir del WC, el Chori hace un rato que ha terminado de
comer y apoya una de sus manos en un abultado abdomen, poco
acostumbrado a semejante festín.
Paco
espera pacientemente unos minutos, pero al ver que ha pasado más de
media hora se dirige al mostrador de enfermería.
-
Perdone, ¿sabe usted si hay algún problema con la comida?
-
¿Cómo que con la comida?
-
Sí, es que llevo un rato esperando y no me han traído todavía el
almuerzo
-
¿Cómo que no? Pero si ha estado aquí la pinche con la bandeja…
¿¿alguien sabe dónde está la bandeja de comida del 305-2??
El
personal rebusca por mil y un escondites...quizás no se llegó a
enviar al destino correcto. Finalmente alguien se acerca a la
habitación y ve las tres bandejas.
La
cercanía de dos de ellas al cuerpo del Chori le delatan y éste, en
vez de improvisar alguna de sus absurdas ocurrencias, se ríe a
carcajada limpia. Una enfermera vuelve a llamar a Cocina...
-
Mira, te llamo de Medicina Interna...es que antes me habéis traído
una bandeja, del 305-2...sí...es que por equivocación se le ha
puesto al paciente de al lado, y se la ha comido...sí...hija, pues
necesito que me subáis otra...no voy a dejar al pobre hombre sin
comer, ¿no?...venga.
Pocos
minutos más tarde vuelve a aparecer la "pinche bufadora"
dando enérgicos pisotones a medida que avanza hacia el mostrador con
otra bandeja en la mano.
-
La bandeja...
-
Para la 305, la cama de en medio.
-
A ver si nos aclaramos...
-
A ver si escuchamos antes de salir disparada a la habitación.
El
cruce de comentarios y de miradas recuerda a los duelos de los westerns de John Wayne. Mentalmente unos y otros recurren al amplio
catálogo de mierdas pasadas para arrojarlas a la cara del
contrincante, y bien es sabido que dicho catálogo es amplio. No en
vano, determinadas pinches de Cocina pertenecen a un oscuro subgrupo
de personajes extremadamente quisquillosas con los temas de las
comidas, hasta el punto de rayar en lo absurdo, lo demencial, lo
surrealista, lo esquizofrénico…con un exacerbado sentimiento
posesivo hacia esas bandejas de comida.
La
pinche decide que es mal momento para ponerse farruca porque está en
minoría y no tiene razón ni tiempo para discutir, así que lleva la
bandeja a la habitación plantándola de mala gana frente a Paco.
Con
los brazos en jarra, se vuelve hacia el Chori en actitud vengativa,
diciendo…
-
Te habrás quedado a gusto...
A
lo que Zé Manué responde torciendo el gesto...
-
Mayormente, zí zeñorita...pero con un colacaíto me quedaba “rey”,
¿zabusté?
lunes, 31 de marzo de 2014
"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XII
Después
de la "húmeda" madrugada en la 305, a nuestro querido
protagonista Paco Penas apenas le quedaban fuerzas ni ganas para
afrontar un nuevo y desmoralizador día entre las vetustas paredes de
aquella aislada unidad de Medicina Interna del Hospital Puerta de San
Pedro.
La
cadena de desgracias y sucesos extraños acaecidos sobre la persona
de Paco, podría plantear a los más avezados investigadores de lo
paranormal un nuevo enigma, al que dedicar con tesón y dedicación
exhaustiva, todo un programa monográfico de "Cuarto Milenio".
Posiblemente
el mismísimo Iker Jiménez acudiría sin pensarlo a esa tercera
planta del Hospital para conocer
in situ al hombre más castigado por las maldiciones en los
últimos días.
El
caso es que Paco Penas empezaba a asumir su desgraciada existencia en
la unidad, no sin cierto aire de conformismo y estoicismo, lo
cual no dejaba de ser un hecho verdaderamente admirable para el
personal de planta.
Si
hacía unos días la llegada de una nueva jornada suponía un aumento
de su ansiedad ante el tipo de suceso que le tocaría padecer, ahora
sin embargo Paco daba por hecho que "algo" nuevo le pasaría
en el nuevo día.
Y
así transcurrió una mañana, en la que por fin le confirmaron que
la dichosa prueba que se le había pedido, se realizaría en breve.
A
los cambios de dieta acostumbrados para este tipo de
praxis, se añadió el día antes la nauseabunda
experiencia de tener que ingerir una sustancia acuosa,
transparente pero de sabor horrible que le provocaban intensas
arcadas.
A
mediados de la tarde, Paco Penas empezó a acudir con
urgencia al WC cada pocos minutos para evacuar de forma
espectacular una vez tras otra.
-
Amigasho,¿¿tiene la barriguita mala??...le preguntaba con sorna y
algo de mala leche el Chori.
-
Amigasho, le pido a la mushasha una mentita poleo, ja-ja-ja..
Las
idas y venidas de Paco al baño, aderezadas con la socarronería de
los comentarios de su nuevo compañero de habitación, no hacían
sino minar la moral de nuestro protagonista que empezaba a
sentir como el escozor en su esfínter anal se volvía insufrible.
-
Amigasho....¿¿quiere un cubito de yelo pal culo??..ja-ja-ja...
Sin
perder las buenas formas y la exquisita educación que
recibió desde pequeño en su hogar, Paco negaba sutilmente con
la mano, como quitando importancia a las molestias que sentía,
aunque por dentro sentía como si el mismísimo infierno con
Lucifer al frente se hubiera introducido en apenas unos cuantos
centímetros cuadrados de intestino. La percepción de calor
sofocante en la zona, acompañado de la sensación punzante de
decenas de agujas, hacía que Paco Penas se planteara el hecho
de acudir nuevamente al WC, pues la tortura evacuatoria era superior
al alivio intestinal posterior.
-
Amigasho, ¿¿le pido a la mushasha unos porvito de tarco??,
ja-ja-ja....
Cuando
el celador vino a recogerlo para llevarlo a Endoscopia, Paco Penas se
felicitó por perder de vista aunque fuera unos minutos al
Chori y sus bromas de mal gusto. Quería que el mal rato pasara lo
antes posible, y poder descansar por fin de tanto maltrato digestivo.
Llegó
el momento de la verdad. Paco Penas observaba sobre una mesa un tubo
de un dedo de grosor y de bastante longitud, y sintió escalofríos
de pensar que semejante "boa constrictor", en breves
segundos camparía a sus anchas dentro de su cuerpo.
-
Bájese los pantalones.
La
seca frase, casi escupida a la cara de Paco Penas sonó en el aire
como el anuncio de una sentencia de muerte.
Allí
estaba Paco. Perdida totalmente su ya de por sí anulada dignidad, en
cueros y esperando a que un desconocido le metiera "más de
medio metro" de tubo por detrás.
La
sensación de indefensión era notable, y producto de la vergüenza,
apenas si podía levantar la vista del suelo...
-
Vaya por Dios.-dice el endoscopista.
-
¿Pasa algo?
-
Se nos ha vuelto a estropear el maldito cacharro este.
-
¿Cómo?
-
Lo que oye.
Paco
Penas suspiró aliviado en un primer momento, aunque luego reparó en
que sólo se trataba de un "aplazamiento de la ejecución",
por lo que abatido, volvió a sentarse en la silla de ruedas que
empujaba el celador.
Nada
más llegar a la planta una enfermera le pregunta...
-
Francisco, ¿ya le han hecho la prueba?...a lo que contesta el
celador...
-
Se ha estropeao el cacharro.
En
ese momento suena el teléfono y contesta la enfermera.
-
Medicina Interna...si...si...de acuerdo...pero eso ya es
seguro, ¿no?...vale, de acuerdo...adiós.
Cuelga
el teléfono y se dirige a Paco...
-
Mañana te hacen la colonoscopia.
-
¿Seguro? ¿estará arreglada la máquina?
-
Eso me han dicho los de abajo, así que hoy vamos a seguir con la
preparación...
24
horas más de tortura se presentan ante Paco, que está al borde de
las lágrimas de pensar en tener que volver a pasar por la misma
experiencia una vez más.
Ya
se lo decía Don Anselmo poco antes de morir, en uno de sus últimos
e intermitentes ingresos..."no entiendo el interés que tienen
estos "batas blancas" en verme por dentro, esa necesidad de
volver a mirarme por el mismo agujero una y otra vez... ¿es que no
se creen lo que vieron a la primera?"...verdades como
puños, Don Anselmo.
miércoles, 26 de marzo de 2014
"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XI
Negros
nubarrones sobre la atormentada mente de nuestro querido Paco Penas,
que apenas acababa de salir de un atolladero para encontrarse de
bruces con un nuevo obstáculo en su ya frágil serenidad, que por
otra parte ya había dado suficientes muestras durante todos
estos días de estar hecha de un material especial, resistente a
bombas nucleares.
Es
irónico como un personaje como Basilio, ese decrépito,
enfermizo, anoréxico y descerebrado anciano que atormentó a
nuestro protagonista durante sus primeros momentos desde su
ingreso, se había convertido de la noche a la mañana, en la única
compañía "deseable" de la 305. Habían
bastado unas horas para que Zé Manué el "Chori", el hijo
de la Fen-nanda, se hubiera hecho acreedor
del desprecio, asco y (por qué no decirlo) miedo de Paco; Basilio no
era más que un angelito al lado de aquél aprendiz de Atila, que en
una sola tarde puso en jaque a todo el personal de la planta.
El
"incidente de las pastillas" se cerró con una enfermera
desconfiada, un Paco Penas incrédulo ante lo que había presenciado,
y un importante "colocón"
de Zé Manué, aunque nadie diría tal cosa, pues se mantenía
sentado en el sillón, con la mirada perdida y sin pestañear todo el
tiempo.....quizás es que ese “colocón” era un estado de vigilia
permanente en él.
La
ventana de la habitación, siseó con fuerza y fue entonces cuando
Paco Penas reparó en que el día había dejado de ser
luminoso y claro. El cielo completamente rojo, amenazaba con
descargar una tromba importante de agua; el viento empezaba a soplar
con insistencia, enérgicamente, como queriendo zarandear los
cimientos de aquél edificio que se había convertido en cárcel y
sala de tortura a la vez, en gabinete de psiquiatría y laboratorio
de experimentación,...todo un crisol de despropósitos encadenados
que no hacían sino desmembrar la entereza de
Paco. "No estaría de más que este temporal arrancara de
cuajo este maldito hospital...", pensó.
Y
para una vez que habló en voz alta, Dios accede a conceder su
deseo...o al menos dio esa impresión. El temporal aumenta por
momentos su agresividad y
azota sin piedad los cristales de las ventanas, que reciben
grandes cantidades de agua.
A
la vista de la situación, y tras mirar fugazmente el reloj que
adornaba su muñeca, Paco Penas
decide
irse a la cama y descansar para que la noche pase rápidamente y
amanezca un nuevo y esperanzador día.
Con
el ruido de fondo de truenos, y el relampagueo de los rayos
reflejándose en las paredes de la habitación, Paco comienza a
quedarse profundamente dormido, pues al contrario que mucha
gente, nuestro protagonista solía relajarse con el sonido
del furor de la tormenta.
Pero
parece que el destino ha decidido desde hace tiempo, que el momento
de duermevela de Paco sea el elegido para el estallido de
sus últimas desgracias.
De
repente, siente como las sábanas que lo cubren se echan abajo
descubriéndolo parcialmente, y alguien lo empuja hacia el otro lado
de la cama.
-
Amigasho, éshate a un laíto que no cabo.
-
“Sí, claro, claro”..., responde Paco medio dormido, dándose la
vuelta y cerrando nuevamente los ojos...un momento...Paco abre
los ojos, y lleva una de sus manos hacia atrás palpando el cuerpo
que reposa a su lado, como queriendo cerciorarse de que,
efectivamente, no se trata de un sueño.
Las
curtidas manos de Paco tocan un cuerpo huesudo que
le resulta familiar...
-
Ja-ja-ja...¿questasiendoooo??? ¿ta puesto cashondo, amigasho???
Oye, camí no me gujtan ejta cosa...a mi no me gujta er
mariconeo, amigasho, deha ya de metem-me mano...
Paco
Penas se sienta súbitamente en la cama
-
Pero ¿qué haces en mi cama? ¡¡largo de aquí...!!
-
Tranqui, tranqui, amigasho, que no hay que ponerze azín, que
yo vengo duna familia desente y humirde, zemo gente zivilizá
karreglamo laj coza converzionando zin llegá a la violensia...
-
¿¿Pero se puede saber que haces en mi cama??
¡¡vete
a la tuya...!!
-
Ozea, yo laría con musho gujto, amigasho, que no ej que yo zea un
azaltadó de cama, ni ná por el ejtilo, ni ej que yo zea mozerzuá o
como ze diga, aunque yo eza coza laj rejpeto que cada cuá haze con
zu culo lo que crea portuno, ¿zabusté?
-
¡¡¡Que te vayas a tu camaaaa....!!!
-
Güeno, güeno, no haze farta que me grite, que zoy yonqui pero no
zordo, pero ej que no pueo meterme en la cama, porque ejtá mojá.
-
¿Cómo?
-
Ozea, no ej porque yo ejté shungo de la póstuma ni tenga er muelle
floho, ni ná de ezo, ¿zabusté?, ej que ze mestá lloviendo er
techo enzima, amigasho.
Cuando
Paco Penas enciende la luz, comprueba que el Chori (por una vez en su
vida) dice la verdad. La ventana, la pared y el techo anexos a la
ventana se encuentran empapados en agua. Unas goteras que dejan
en pañales las cataratas de Iguazú, amenazan con provocar el
hundimiento del Hospital cual Titanic.
-
¿ Pero cómo es posible esto en un hospital, por Dios?
Paco
Penas llama al timbre, y tras cuatro sonidos de llamada, un enfermero
aparece en la habitación.....
-
¿Qué desea?
-
Que se nos viene encima la lluvia, oiga...
-
Ostiiiiiiiiaaaaa… pues sí que hay agua…pero espérese un
momento...
El
enfermero se va unos segundos y vuelve con un mango de hierro en la
mano.
-
Eso es que no estaba bien cerrada la ventana, ahora mismo la
pongo bien...
El
muchacho coloca el mango, pero en vez de cerrar, abre más la
ventana...una repentina racha de aire la abre de par en par,
permitiendo que la furia del viento y la lluvia entren casi hasta la
mitad del pasillo.
Servilletas
de papel, vasos de plástico y hojas de periódico revolotean sin
control por la estancia dando vueltas y vueltas, mientras las
cortinillas que separan las tres camas (y que proporciona una leve
intimidad a los enfermos) se mueven violentamente como queriendo
escapar hacia la puerta de la habitación. La portada de un
periódico se pega literalmente a la cara de Paco y provoca un
nuevo resbalón con aterrizaje de nalgas.
Atropelladamente y no sin dificultad, el enfermero consigue empujar
las hojas de la ventana y cerrar con el mango de hierro. La paz
vuelve a la 305. Parece como si todos hayan estado expuestos a una
ducha durante un par de minutos.
-
No se preocupen que ahora mismo traemos ropa seca y limpia y
arreglamos las camas- dice el joven enfermero, empapado de pies a
cabeza.
Paco
Penas permanece inmóvil en el centro de la habitación, con los
brazos en cruz separados del cuerpo, dejando que el agua gotee por
la manga de la blusa y forme un pequeño charco en el suelo.
Mira
las palmas de sus manos, húmedas, congeladas y pálidas del frío y
se pregunta en qué momento
enojó a Dios tanto como para que le castigara de aquella manera.
Una
mano coge la parte baja de la blusa de Paco y le da dos pequeños
tirones hacia abajo, intentando llamar su atención. Es Basilio, un
Basilio cómicamente "duchado" por el temporal, y que
ahora está despierto.
-
¿Qué pasa Basilio?-pregunta Paco.
-
Tengo sed -responde el anciano...a lo que añade
Zé
Manué...
-
Po no zerá por farta dagua, cohone...
domingo, 23 de marzo de 2014
"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo X
El
televisor de la habitación 305, no paraba de vomitar imágenes de
programas del corazón que Paco Penas no veía, pero prefería
tener encendido el aparato porque la conversación con sus compañeros
no le resultaba precisamente atrayente. Por un lado, Basilio
parecía haber caído en un sueño eterno, y abandonó los
desgarradores gritos de "Antoniaaaaaaaaaaaa", por
unos ronquidos nasales profundos; del otro lado, Zé Manué....¡qué
decir de este personaje!...un hombre perdido en un pijama. A través
del cuello de la blusa le asomaba un hombro que amenazaba
constantemente con salir al exterior burlando la estrechez de la
prenda.
En
cuanto al pantalón, en cada uno de los huecos reservados para cada
pierna, podrían caber perfectamente
las dos.
Desde
que Zé Manué llegó a la habitación, se limitó
a estar sentado en el sillón oteando al infinito sin parpadear, con
la mirada perdida, y la boca ligeramente entreabierta...parecía como
si el organismo le obligara a limitar el gasto de energía al
mínimo posible.
El
único movimiento que realizó durante el resto de la tarde, fue el
necesario para acercar la mano al timbre y llamar al personal...algo
que se convirtió en
su entretenimiento básico el resto del día.
-
Zeñorita, zeñorita, ¿me puedo tomá un sumo?
-
Ahora mismo te lo traigo, espera un poco que estamos dando el
relevo....
-
Vale, vale, usté perdone zeñorita. A los dos minutos, vuelve a
llamar.
-
Zeñorita, zeñorita, habéi llamao a la Chana?
-
¿Y quién es “la Chana”?
-
Mi mujé, zeñorita.
-
Ahora llamamos a Observación para ver si la han avisado....
-
Vale, grasia zeñorita, usté perdone zeñorita...
Tres
minutos más tarde, misma historia.
-
Zeñorita, zeñorita qué hora é?
-
Chiquillo, ¿tú te crees que puedes llamar para eso? Son las diez y
cinco y estamos dando el relevo, deja el timbre quietecito.
-
Usté perdone zeñorita..
A
las diez y diez, suena el timbre de la habitación
-
Zeñorita, zeñorita, hoy é jueve, verdá?
-
Sí, Jose Manuel, es jueves, ¿para eso llamas?
-
Noooo, ej que mecho un lío, zeñorita, que me creía que ya era
lune....
-
Anda, anda, ¿ya vale no? Quédate un rato tranquilito....
-
Perdone zeñorita....
Cinco
minutos más tarde, timbrazo.
-
Zeñorita, zeñorita, me puedo tomá argo pa dormí?
-
Todavía es temprano, dentro de un rato viene una muchacha
repartiendo infusiones y te da la pastilla.
-
Vale, usté perdone zeñorita, ej que yo zufro de nervio ¿zabusté?
Ej que me pongo mu malo, aquí ya me conose tor mundo, la dortora
¿como ze llama? zi, una con loj pelo largo, con gafita, zi, que
lleva la bata blanca...
-
Aquí todos llevan bata blanca José Manuel...
-
(Se queda pensando)...¿Zi? Ah, pontonse lo mismo é un
dortó...
-
Mira José Manuel, que tengo cosas que hacer. Luego te traen la
pastilla...
-
Vale, vale, vale, usté perdone zeñorita.
Rozando
las diez y media, Zé Manué aprieta de nuevo el botón rojo...
-
Zeñorita, zeñorita, me arfircio..¿me puede poné un ratito er
zígeno?
-
Anda sí, pero deja ya el timbre quieto un rato, o te lo quito...
-
No, por favó, zeñorita, no me lo quite, de verdá que ya no vi a
llamá maj nunca, zeñorita, ze lo uro por mi mare, por mi pare quen
pá dejcanse, por mi Chana y por mi niño Zé...
-
A ver si es verdad...
-
Zi, zi, ze lo uro por mij muerto, zeñorita, me castigue
undivé y ze me caigan los sacai a cacho, zeñorita...
Llega
el momento de las infusiones. Basilio está empezando a despertar,
así que la auxiliar deja el vasito con su pastilla para dársela más
tarde. Mientras sigue con el reparto en la habitación...
-
¿Que vas a querer Jose Manuel?
-
Zeñorita, yo quiero un café con leshe.
-
Por las noches no hay café. Infusión, leche, zumo.
-
Pooooo, un cola cao, zeñorita...
-
Un momentito… aquí lo tienes...
-
¿Me da otro zobre de cola cao, zeñorita? Ej que yo zufro de loj
nervio ¿zabusté? La Chana me pone ziete cuchará de cola cao
pol la noshe, porque parece como cualmente me relaha y me queo
tranquilo hastar día ziguiente que me toca la metadona ¿zabusté?
-
Aquí tienes, dos sobres.
-
Musha grasia, zeñorita, é usté mu amable, undivé ze lo pague a
usté con musha zalú pa usté, pa zu marío y zuzijo, zeñorita...
-
Vale, vale. Toma la pastillita...
-
Musha grasia, zeñorita,...uuuuu...esto é mu flojo pa mí,
zeñorita, ze lo digo porque yo zufro de loj nervio ¿zabusté? Tonse
yo en mi casa me tomo laj tranqui de tré en tré ¿zabusté? como zi
fueran lacazito, zeñorita, porque aqui me conose tor
mundo, yo zoy er Chori, ¿zabusté? el hijo de la Fen-nanda, y yo
no me vi a queá dormío con esta pajtilla, ze lo digo porque
endespué no vi a podé de dormí y ezo no pué zé porque yo ej que
zufro de loj nervio ¿zabusté?
-
QUE SÍ, QUE SÍ, QUE AHORA HABLO CON TU ENFERMEEERAAAA...
-
Vale, vale, zeñorita, mu amable, zeñorita, usté perdone
zeñorita...
Mientras
la auxiliar va a hablar con la enfermera, el Chori se levanta súbita
y rápidamente del sillón, agarra el vasito con la pastilla
para dormir de Basilio y la engulle con inusitada velocidad,
volviendo en un santiamén a su sillón, adoptando de nuevo
su posición habitual. Tras el mostrador del
control, la enfermera llama al Internista de guardia para preguntarle
qué pastilla le dan a Zé Manué...
-
Aquí tienes, José Manuel.
-
Musha grasia, zeñorita, undivé ze lo pague a usté y a zu familia
con musha zalú y mushoj caudale pa compral-le a zuzijo to lo que
elloj pidan pa que ze lo echen loj reye mago, zeñorita.
Cuando
se va la auxiliar, aprovechando un momento de descuido
de Paco Penas, el Chori repite la misma operación y se toma la
pastilla de nuestro protagonista. Cuando Paco mira el vasito de la
medicación vacío, pregunta con desconfianza.
-
¿Y la pastilla?
-
No zé, amigacho, me paeze que ze la caío ar zuelo, la visto roando.
Paco
Penas se agacha a buscar la dichosa pastilla, pero no la
encuentra, y continúa su búsqueda durante unos minutos en los
que el Chori marea la perdiz de manera espectacular, indicando a
Paco montones de sitios donde rastrear.
Vuelve la auxiliar dispuesta a darle la pastilla a Basilio y
se sorprende al no encontrar el comprimido ni el vaso que
lo guardaba.
-
¿Y el vaso que puse aquí?
-
Noo, zeñorita. Al agüelo no la puejto pajtilla...me la dao a mi, y
al amigacho que za la caío...
-
Bueno, bueno, no busques más Francisco yo te traigo otra...
Al
rato aparece con la pastilla de Basilio y la de Paco. Un timbre
suena, y la auxiliar acude a apagarlo, momento en que el Chori
vuelve a moverse como un guepardo para ingerir la pastilla de
Basilio, ante la mirada atónita de Paco Penas.
-
¿Oye, habéis llamado aquí?
-
Uuuuu, usté perdone, zeñorita, ej que mequivocao, quería sendé la
lú ¿zabusté?
-
¿Y la pastilla de Basilio?
-
Ha venío una zeñorita azí vestía comusté y se la dao.
-
¿No te la habrás tomado tú, verdad?
-
Yoooooooooooooo, que va, que dize, zeñorita, no diga usté ezo,
que yo zoy una perzona honrá, zinzilla, trabajaora, un
currante, ¿zabusté? Le uro por mij muerto, por undivé y por María
Zantízima de la Zunzión que yo no zé ondestá la pajtilla, ze lo
uro por mi zijo, er Zé y la Yaquelín que me muera aquí mijmo de
una coza mu mala que me entre en un momento y por mi Chana de mi
entretela, ze lo uro por lo má zagrao y por er defunto de mi pare
quen pá dejcanze, zeñorita, me cajtigue undivé zin podé cagá
duro zei año, zeñorita.
Y
así la auxiliar volvió para darle la pastilla (esta vez sin dejar
de mirar de reojo a Zé Manué) a Basilio.
Paco
Penas decidió no contar el incidente a la auxiliar, en parte
admirado por la inteligencia y por la picaresca de su nuevo compañero
de habitación, y en parte medio acongojado porque el Chori en
cuestión demostraba ser mucho más peligroso de lo que parecía....y
mejor no buscarse nuevos problemas.
Ya
lo decia su padre Anselmo..."no metas la mano en el plato
ajeno, que cuando te vengas a dar cuenta, algún hijoeputa se te ha
comido hasta el sobaco".Don Anselmo, genio y figura...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)