viernes, 31 de enero de 2014

"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo IV




Nunca una noche había sido tan endiabladamente larga, al igual que jamás había sentido la necesidad imperiosa de estrangular con el cable del llamador del cabecero de la cama, a su desprotegido pero incansable vecino de al lado. La noche se volvió eterna para nuestro protagonista, que decidió quedarse ya sentado en el sillón a esperar las primeras luces del alba, mientras oía ya con resignada indiferencia la repetitiva cadencia de gritos que el anciano pregonaba. Y así fue como a las 7 de la mañana, el anciano cayó dormido al mismo tiempo que los primeros rayos de sol se reflejaban en la pared de la habitación.
La puerta se abre de nuevo, y una enfermera entra bandeja metálica en mano dando los buenos días.....
- ¿Buenos?
Paco respira hondo... al fin y al cabo ha sido una mala noche. No todas tienen por qué ser iguales. Paco estira el brazo. Toca una nueva tortura: extracción de sangre.
- Perdone la pregunta, señorita. Ayer en urgencias antes de subir a planta me sacaron sangre, ¿es necesario volver a sacarme sangre? No hace ni 24 horas desde que me lo hicieron.
- Bueno, el médico lo dejó pedido, así que.... 
Paco Penas ODIA las agujas, pero asume su nueva condición de enfermo de planta, cierra los ojos apretando los párpados y aguanta la respiración cuando siente la aguja perforando su piel. Tras la extracción, se tumba un rato en la cama...está deseando que venga ya el médico para poder saber qué tiene, cómo se cura y sobre todo, cuánto tiempo más le queda por estar en ese purgatorio de pijamas blancos. Paco cae en un profundo sueño del que es despertado por un enfermero que sin previo aviso le coloca una mascarilla en la cara diciéndole....
- Vamos a ponerle un rato la aerosolterapia, un rato.
 La mascarilla en cuestión desprende un humo y un olor infernal, al tiempo que el ruido que hace desvela el sueño que tenía. En ese momento es cuando Paco cae en la cuenta de que no tiene ni la menor idea de lo que han echado en la mascarilla ni para qué es, ni por qué se lo han puesto. Nadie se lo dijo.
No pasa nada, cuando pase el médico le pregunto”, piensa.
De repente en la puerta, un señor de bata blanca, pelo canoso, gafas y cara sonriente. Este debe ser el médico, tiene cara de buena persona. El sujeto en cuestión da dos pasos hacia dentro de la habitación, sonríe y dice...
- Buenos días, ¿ cómo están esta mañana?.
Por cortesía, los presentes (los que pueden, el moribundo lógicamente no) contestan "Bien".
- Ea, pues nada, hasta luego…¡¡Y adiós!!
Paco se queda con el dedo índice apuntando al techo, como cuando pedía la vez en clase de la Señorita Consuelo porque se sabía los afluentes del Guadiana. Esta vez se queda con la palabra en la boca, porque el señor de bata blanca ha salido disparado fuera de la habitación.
- Pero bueno,...¿y así te miran aquí los médicos? 
Una auxiliar que por casualidad se encontraba cogiendo ropa del carro para lavar al anciano dormilón le responde.
- ¿Ese? ese no es el médico, aunque pueda parecerlo...es el cura.
¿El cura? ¿y con una bata blanca?...Paco cada vez entiende menos. “Esto es un hospital de locos”.
Al menos aprenderá una valiosísima lección esa mañana: "el médico es el único personaje de bata blanca que nunca entrará en la habitación con una sonrisa en la cara". Buena manera de distinguirlos. Paco aprovecha (después del aseo y el desayuno) un momento de tranquilidad y se vuelve a meter en la cama para intentar dar una cabezadita....todo está en relativa calma, y la labor habitual del personal de planta no interfiere en sus ganas de dormir, por lo que vuelve a dejarse caer en el maravilloso universo de los sueños...y sueña que está en el campo con su esposa Pepi y sus hijos, aunque en el sueño los ve como cuando eran niños de 6 a 8 años. Corren, ríen, juegan,... Paquito se le acerca y le dice, “papá, llevo mucho tiempo pensando..¿te puedo hacer una pregunta? De repente, su hijo abre la boca para preguntarle y de su garganta no sale la voz angelical de un niño de 6 años, sino la voz de una señora de mediana edad…¡¡cantando un fandango!!
- "¡¡¡¡¡¡PORQUEEEE LE HABLÉÉÉÉÉÉ DE MI MAREEEEEE, MI MADRASTRA A MI ME PEGÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓO.....!!!"
Paco se vuelve a despertar con el alma en vilo, entre jadeos y sudores fríos...ya no está en el campo, vuelve a estar en la cama del hospital...y justo en la habitación de enfrente, una limpiadora (fregona en mano) está cantándole un "fandango valiente" a unos enfermos, que la jalean y vitorean a pleno pulmón...la escena parece sacada de una película de David Lynch o de Woody Allen.
- ¿Pero es que no hay un maldito sitio en este hospital donde uno pueda dormir decentemente?
- "¡¡¡Y LLEGÓÓÓÓÓÓOÓÓ MI PARE Y SE ENTERÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓ, ME ABRIÓÓÓÓ LA PUERTAAAAA Y ME ECHÓÓÓÓÓÓ A LA CALLEEEEEEEEE, SI NO LE HABLO DE MI MAREE, DE QUIEEEEEEEN, VOY A HABLARLE YOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!
Aplausos.
- ¡¡¡OLE!!¡¡¡OLE, GUAPA!!! ¡¡¡CANTA OTRO!! Paco se levanta de mala leche y cierra la puerta de
un brusco golpe. "Malage" se escucha desde fuera, pero a Paco le da igual. "Joe, la gente aquí, na más que quiere dormir".
Paco traga saliva y se muerde la lengua. Siempre fue un hombre prudente y jamás ha perdido los papeles..."con lo bonito que está el día, y ahí está echao en la cama”.
Se abre de nuevo la puerta. Un seco "Buenos días" dicho con la misma tonalidad y empeño que se dice "Que te den por culo”, vuelve a despertarlo.
Otro señor de bata blanca, fonendo colgado al cuello, y carpetas bajo el brazo acaba de "invitar" (con mala cara y peores pulgas) a los familiares para que se queden fuera. Parece que esta vez sí se trata del médico.
-¿Es usted el doctor?
El señor de bata blanca levanta la vista hacia Paco y lo mira como diciendo "este tío es gilipollas".
- Sí, soy yo. Soy el Dr. Carapalo.
- Ah, perfecto, es que quería preguntarle....
- No, no, no, espere, espere a que lea su historia.... 
Paco se queda callado mientras el Dr. Carapalo coge la carpeta con el 305-2 en la portada y empieza a pasar hojas, y hojas, y hojas.....la cara del médico es una mezcla de desidia, asco,....es la cara que ponemos cuando estamos recogiendo los excrementos del perro en la calle con un kleenex o con una bolsita de Mercadona.
- ¿Qué tengo Doctor?
El médico permanece en silencio, pasando las hojas de la historia clínica, como si no hubiese escuchado la pregunta de Paco. Tras largos segundos en los que parece que se puede cortar el aire con un cuchillo, el doctor responde sin mirar a la cara a nuestro protagonista.
- Hay que esperar las pruebas, pero parece una neumonía.
De esta frase no es la palabra "neumonía" la que acaba de asustar más a Paco, más bien es la palabra "parece" que denota la inseguridad en el diagnóstico.
- Hay que descartar cosas y para eso tenemos que hacer pruebas,...
-¿Y llevará eso mucho tiempo?
- Unos días.
Paco se deja caer a plomo en el sillón, mientras el médico sale de la habitación sin despedirse. Después de la infernal noche y el desesperante comienzo de la mañana, ¿qué más podría pasar para hacerle perder los nervios? Y justo en ese momento, Paco Penas escucha un susurro a su lado.
- Bueno días, soy Antonia la hija de Basilio, ¿sabe usted si ha pasado buena noche?

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