De
nuevo el alba sorprendió a Paco Penas sentado en el sillón,
derrotado, ojeroso y desmoralizado ante la continua sucesión de
desastres que se iban acumulando desde el desgraciado día
en que decidió acudir a Urgencias del Hospital Puerta de San Pedro
de La Línea aquejado de tos y fiebre. Paco, un señor de vitalidad
encomiable y nervios como el acero se había visto desbordado en las
últimas horas por un anciano desnutrido y sus "fechorías".
Nunca antes se había sentido tan desprotegido y tan impotente
ante una situación que rayaba el surrealismo, y donde la tan
manida y cacareada Ley de Murphy se convertía en Dogma de Fe
irrefutable conforme avanzaba el periodo de ingreso en Medicina
Interna.
La
sensatez de nuestro protagonista estaba sufriendo una auténtica
prueba de fuego que amenazaba con cambiar definitiva y
traumáticamente el "modus vivendi" de Paco que veía como
su Yo personal sufría drásticos desarreglos y amputaciones
morales irreversibles.
El
simple hecho de imaginar una noche más al lado de Basilio le
reportaba una angustia insoportable, e imaginaba en la soledad de
sus oscuros pensamientos la manera de dar esquinazo a su mal fario
de una manera u otra.
Pero
en situaciones como esta es difícil discernir el blanco del negro
y mucho menos encontrar el camino que lleva a la resolución de
los problemas más mundanos. La fiebre, el insomnio, la mala
leche y el temor a una enfermedad de la que desconocía absolutamente
todo (por obra y gracia de la falta de información médica),
turbaban la mente de Paco, que apenas acertaba a mantenerse cuerdo y
sosegado.
El
transcurso de la mañana no contribuyó a calmar su ánimo; el trajín
del personal de planta, evitaba su descanso y tan sólo albergaba la
escueta esperanza de que el doctor le pudiese dar nuevos datos sobre
su dolencia, y sobre todo...de su curación.
Por
su parte, Basilio seguía evacuando como si fuese un surtidor
de heces...el olor era cada vez más desagradable, aunque Paco
empezaba a acostumbrarse y cada vez le molestaba menos. El
golpe de nalgas de la noche anterior había tenido unas
consecuencias más nefastas.....el dolor de riñones casi le cortaba
la respiración y realmente le costaba mucho esfuerzo
mantenerse erguido. Para colmo de males, vaya usted a saber si a
consecuencia del golpe o del estrés acumulado,
Paco
había tenido que ir al WC y había tenido una deposición con
restos de sangre....no mucha cantidad, pero lo suficiente como
para que el pobre Paco sintiera de nuevo la Espada de Damocles
amenazar su testa.
Las
enfermeras entran en la habitación y le piden que se descubra el
abdomen....
-
¿Para qué?
-
Tenemos que darle un pinchacito.
-
¿Otro?
-
Sí, pero esta vez es en la barriguita; es para la circulación.....
-
Pero si yo nunca he padecido de circulación....
-
Aquí es costumbre, háblalo con tu médico...
“Costumbre”.....para
Paco era “costumbre” ir los domingos
por la mañana al kiosko a comprarse el Europa Sur, y tomarse un
café en el centro....no entendía como podía ser una costumbre
"pinchar" una
medicación para un tipo de problema médico que él jamás había
sufrido.
Tras
sufrir de nuevo el castigo del acero puntiagudo, la "banda
sonora" de la planta volvía a aparecer como los controles de la
Benemérita....sorpresiva e inexorablemente...
-
¡¡TENEEED COMPASIOOOOON DE MIIIIIIIIIIIII, ARBOLES DE LA
RIVEEERAAA!!
-
¡¡Ole, hija, qué bonito!!
De
nuevo un Fandango que rompe el aire.
-
¡¡¡¡TENED COMPASION DE MIIIIII, QUE ESTOY QUERIENDOOO DE
VEEEERAAAS, A QUIEEEEN NOO MEEE QUIEEEREEE A MIIIIII, NI UNA
MIJITA SIQUIERAAAA!!
Aplausos,
vítores y demás zarandajas con petición de bis popular, que
afortunadamente para Paco no se lleva a efecto porque los doctores
están pasando sala, y algunos se han asomado al pasillo con
ánimo censurador.
De
repente, entra el Dr. Carapalo en la habitación de Paco y con su
acostumbrado "buen humor y delicadeza” invita a los
familiares a salir unos minutos mientras ve a los pacientes.
El
internista parece que no ha abandonado en estos días ese rictus
de asco...Paco ya se pregunta si acaso el doctor sufrió algún
tipo de parálisis facial que le imposibilita asomar una leve
sonrisa.
-
¿Cómo se encuentra? -dice el médico sin levantar la vista de la
carpeta que tiene entre sus manos...Paco, responde....
-
¿Es a mi?
El
Dr. Carapalo levanta la vista sin cambiar la cara de asco, mira a la
izquierda, donde está Basilio, y luego a la derecha donde está el
enfermo terminal que lleva ya varios días semi-comatoso.
-
¿Con quién más podría hablar?, claro que es con usted.
Simpático
el tío, sí señor. Ideal para acompañarte en una loca fiesta
de despedida de soltero.
Paco
empieza a contar su odisea nocturna, mientras el médico va pasando
hojas y hojas; a medida que avanza el relato de Paco el médico
empieza a "liberar" una especie de sonrisa
sarcástica....como si no se creyera nada de lo que le
cuentan. Pero es justo cuando Paco relata su sangrado en las heces el
momento que elige el médico para detener súbitamente el "paso
de hojas" de la carpeta y borrar la maliciosa sonrisa.
Ante este drástico cambio, Paco pregunta al Dr. Carapalo si sucede
algo…
-
No, nada, habrá que ver…
-
Habrá que ver qué…
-
Vamos a hacerle alguna prueba.
Dicho
esto tras anotar algo en la carpeta, el Dr. Carapalo abandona la
habitación rápida y atropelladamente como queriendo evitar las
preguntas de Paco, cosa que consigue de forma extraordinariamente
habilidosa. Se ve que no era la primera vez que procedía
de esa manera. Al cabo de un rato y ante la falta de
información recibida, Paco se dirige al mostrador del pasillo y
pregunta a una enfermera si sabe algo...
-
Le van a hacer una colonoscopia, Paco.
-
¿¿¿Cómo???
-
Su médico lo ha solicitado.
-
¿¿Pero no se suponía que yo tenía una neumonía??¿¿qué tienen
que ver los pulmones con el culo, señora?? - la enfermera se encoge
de hombros...
Y
fue en ese momento cuando Paco recordó las enseñanzas de su
difunto padre, Don Anselmo, que disfrutó de una vejez relativamente
alegre gracias al cariño y los cuidados de su hijo que lo acogió en
su casa hasta el momento de su muerte. Paco siempre
recordaba a su padre con aspecto serio, severo y con poca
gratitud hacia él...como si estuviese peleado con el mundo hasta
que cierto día
Paco
le preguntó a su padre por qué se comportaba de esa manera con él,
viviendo una vejez tranquila....a lo que Don Anselmo contestó:
-
Hijo, por muy bien que puedan ir las cosas, siempre pueden
cambiar a peor.... e incluso si todo va mal, todavía puede venir
algún “hijoeputa” a intentar darte por culo.
¡¡Qué
sabio era Don Anselmo!!
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