jueves, 24 de abril de 2014

"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XVI



El paso del tiempo es algo muy subjetivo y depende de una serie de factores que, en muchas ocasiones, nada tienen que ver con la estricta realidad. De todos es sabido que cuanto más entretenida o concentrada está nuestra mente, más rápidamente parecen avanzar las agujas del reloj. Sin embargo, cuando no hay nada que hacer, ver, presenciar o siquiera intuir, el tiempo parece detenerse haciendo el día eterno y la noche infinita. En esa situación, debía encontrarse Paco Penas, atrincherado entre las sábanas y mantas de su cama, encerrado como si fuese un pajarillo entre aquellas cuatro paredes que no se movían de donde estaban y que no aportaban ni un ápice de triste conversación a nuestro protagonista. Por eso, traspasada ya la invisible barrera del mediodía y ya cercanos a la anglosajona "hora del té", Paco vislumbró una novedad en su monotonía diaria...le dolía la cabeza y sentía escalofríos. No era precisamente la mejor manera de salir de la rutina, pero la situación de Paco era tan desesperante que un hecho luctuoso como sería el estallido de la Refinería, supondría un alivio para su mente, completamente imbuída en el blanco de sábanas y pijamas, y en el blanco roto-amarillento de las mugrientas paredes de su olvidada habitación. Así que ni corto ni perezoso, llamó al timbre y le comentó a la enfermera su dolencia. Tras medirle la temperatura y administrarle un paracetamol, Paco se introdujo en la cama y esperó pacientemente el efecto milagroso del comprimido. Pero media hora después, los escalofríos persistían y el dolor de cabeza era insoportable. Paco volvió a llamar, y tras comprobar que la fiebre no había bajado sino todo lo contrario, la enfermera pronunció unas palabras que bien podían haber servido de epitafio para nuestro protagonista.
- Habrá que avisar al Internista de Guardia…hoy está el Dr. Ruiz Bacinete.
Tras una media hora esperando la llegada de tan enigmático personaje, la puerta de la habitación se abre, y aparece un señor cubierto de toda la protección habida y por haber, aunque intuyéndose una impoluta bata blanca y un voluminoso fonendoscopio colgado de los hombros.
El señor, moreno, de mediana edad en todo momento da una sensación de corrección y educación poco común hasta la fecha, lo cual es bienvenido por Paco.
Al menos hasta el mismo momento en que el médico abre la historia médica y comienza a leer... El gesto del doctor va cambiando, del mismo modo que los camaleones cambian de color dependiendo de su entorno...y empieza a dudar...
- Uf...no sé...podría ser...no creo...en fin, habría que...
Una enfermera que se encuentra al lado, se le queda mirando como queriendo saber más...craso error...
- Verá usted, -le dice a Paco, aunque con la clara intención de que la enfermera también se entere- creo que deberíamos hacerle una serie de pruebas...
- Ya me han hecho analíticas, hemocultivos y una colonoscopia...
- Sí claro, aquí lo tengo todo, pero han pasado muchos días y vaya usted a saber de qué se trata -el doctor se va sofocando un poco-...podría ser una diarrea osmótica, o una secretora, podría ser causada por un virus, o por una bacteria, podría tratarse de un colon irritable, una simple hipermotilidad intestinal, una enfermedad de Crohn, un Síndrome de Malabsorción...

Ahora es Paco el que comienza a cambiar de color…
-...y no habría que descartar la posibilidad de que fuera disentería, o incluso, sí, por qué no ¿ha ingerido usted últimamente etanol?, no, no, no, olvídelo. ¿Y loperamida, ha ingerido usted últimamente loperamida? Tampoco, ya veo. Esto es un “pastizo”.

El sudor empieza a caer por la frente del Dr. Ruiz Bacinete que pasa las hojas de la historia médica nerviosamente.
-...Giardiasis...es otra posibilidad, ¿usted ha bebido últimamente agua de charcos? No, no, ya veo que lleva usted aquí ingresado casi un mes.

Paco mira a la enfermera buscando consuelo en su mirada, y tan sólo obtiene una respuesta encogiendo los hombros y mirando al techo.
-...podría ser diarrea del viajero. Ah no, es verdad, que lleva aquí un mes metido, es imposible. Salmonela, escherichia colli. Y no podemos descartar que sea cólera…
El médico cierra súbitamente la historia y le dice a la enfermera...
- Toma nota. Le vamos a pedir una analítica completa con gases arteriales, un sedimento, orina de 24 horas, coprocultivo y heces para micobacterias, le vamos a sacar de nuevo hemocultivos seriados. Hoja de consulta a cirugía (no vaya a ser cosa de ellos), hoja de consulta a digestivo, hoja de consulta a neumología, hoja de consulta a salud mental (vete a saber a qué es debida la diarrea), quiero control de diuresis diaria y le vamos a colocar una vía periférica con sueroterapia. Le vamos a pedir enema opaco, nueva colonoscopia, TAC abdominal urgente y Resonancia Magnética muy preferente. Para empezar ahora, una Radiografía simple de abdomen urgente. También le vamos a pedir un estudio gastroesofágico. Necesito un teléfono para hablar con un experto en enfermedades tropicales…

Paco empieza a escuchar la voz del doctor cada vez más lejana, mientras éste sigue con la interminable lista de posibles patologías que pudieran haber desencadenado sus diarreas. Conforme van apareciendo nuevos vocablos extraños en la garganta del internista de guardia, la visión se hace más borrosa y Paco va cayendo en un extraño sopor producto de la mala impresión…hasta que de nuevo una pregunta del médico espabila los sentidos de Paco…
- … ¿ha estado usted últimamente en el Caribe, o en África Subsahariana? ¿no? ¿y le ha picado algún mosquito raro? ¿Tampoco?...
- ¿Algo más?-pregunta con sorna la enfermera que ha observado el aumento de la palidez del rostro del paciente.
Tras un breve momento de reflexión del Dr. Ruiz Bacinete, éste sentencia finalmente:
- Sí, comprobar si se desratizó correctamente esta habitación en su día. Hoja de consulta a Medicina Preventiva, también. Y llama a mantenimiento para que arregle el picaporte de la puerta.

Dicho esto, el internista abandona la habitación dejando a Paco Penas aterrorizado con todo lo acontecido e intentando ordenar ideas sobre qué tipo de amenaza se cierne sobre su salud y todas las medidas adoptadas para su resolución. Finalmente, en la soledad de su habitación, Paco llega a la conclusión de que lo mejor hubiera sido cerrar la boca y esperar a que la fiebre se hubiera ido sola sin "ayuda" de nadie.

jueves, 17 de abril de 2014

"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XV



No es que Paco fuera persona desagradecida o particularmente exigente con las mínimas comodidades que un centro hospitalario de la red pública andaluza pudiera ofrecerle, aunque haya podido parecerlo hasta ahora. Al fin y al cabo la familia Penas era de origen muy humilde: pescadores, estibadores de puerto y obreros de la construcción y metalurgia. La inmensa mayoría de la familia Penas, había hecho honor al apellido desde el comienzo hasta la conclusión de sus erráticas vidas. El único caso familiar de "estatus social alto" era el de un primo de Paco que estudió derecho en la Complutense en los años 70; aunque a mediados de los 80 se dedicó a su deporte favorito, el levantamiento de vaso de tubo en barra libre (para lo que sin duda hubiéramos disfrutado de campeón y medalla de oro durante 3-4 olimpiadas seguidas). De esta absurda manera, el bueno de Diego Penas (el primo de Paco) dilapidó sus ahorros y su escasa reputación, a la vez que en la Justerine & Brooks colgaban su foto enmarcada como cliente del año durante una década...
Pero dejemos de divagar sobre la enjundia del apellido Penas.....
Nuestro triste protagonista veía pasar las horas encerrado entre cuatro sobrias paredes que parecían observarlo con la insana intención de echársele encima al pobre Paco.
La ventana, la pared, la puerta...sus ojos trazaban una y otra vez un recorrido que empezaba a ser cansino, monótono y poco alentador para una persona con tan frágil espíritu.
De vez en cuando se refugiaba en su fiel radio de bolsillo que le acompañó desde los primeros momentos de su desdichado ingreso en el Hospital, y hubiera seguido siendo un excelente compañero de viajes de no ser porque las pilas alcalinas, por mucho que digan los incansables conejitos del anuncio, siempre tienen un inexorable final. La ventana, la pared, la puerta... 
A ratos, alguna enfermera o alguna auxiliar aparece en la habitación ataviada de una serie de complementos que los hace parecer sanitarios espaciales de la NASA: guantes, batas, patucos... incluso los hay que entran con mascarillas y con gorro.
Paco no termina de entender, a qué viene tanta precaución...y por qué algunos toman una serie de medidas preventivas extenuantes (despojándose de la ropa desechable y lavándose las manos dentro de la habitación) mientras otros apenas siguen la mitad de estas engorrosas precauciones a rajatabla.

La ventana, la pared, la puerta...

Ese día el médico se olvida de él...o al menos eso es lo que piensa Paco, que ve como las manillas del reloj avanzan con una lentitud desesperante, como si cada minuto constara de 500 segundos, y cada segundo transcurriera en lo que normalmente pasan cuatro.
La ventana, la pared, la puerta... La puerta...¿se abre?
Efectivamente, la puerta se va abriendo poco a poco, y la esquelética figura de Zé Manué asoma bajo el dintel empujando mansamente el pomo.
- Amigashoooo... ¿cómo ejtáh?
Paco Penas (quién se lo iba a decir), siente una extraña alegría al observar a su ex-compañero de habitación....un ser vivo sin ningún tipo de protección, por fin....un momento.... ¿¿¡¡sin protección!!??
- ¡Pero hombre, qué haces ahí sin ponerte nada!
- Naaaa, tu tranquilo amigasho, zi yo ya tengo en er cuerpo bisho má pinigrozo quer que tu tiene ner culo, zeguro, ja-ja-ja-ja.
-Y¿qué quieres?
- Naa, que mandejao zolo en er cuarto ystaba emburrío, ¿zabusté? ej que no dehan a nadie de mi hente que me vizite, porque disen que yo lo mijmo he cohío er bisho de loj cohone ¿zabusté?
- ¿Que también te han aislado?
- Po zí, amigasho, yo tambien tengo er cotíleo difísil, pol-lo vijto.
- Y si estás aislado… ¿qué haces aquí?
- Po naaaa, venía a bujcarte, amigasho, que no vea la que pazao pa encontral-lo. He ío habitasión por habitasión, preguntando po ujté
Paco se echaba las manos a la cabeza y se tapaba los ojos mientras negaba con la cabeza...el dichoso bichejo tenía que estar campando a sus anchas por toda Medicina Interna, por obra y gracia del Chori. Se escuchan unos gritos en el pasillo. “¡¡José Manuel!! ¿Dónde estás?”...movimiento nervioso de pasillos. Zancadas a paso ligero, puertas que se abren, e incluso el ruido de un transmisor portátil típico de los señores de Seguridad.
No, por aquí no está; ve por la escalera de atrás...sí yo sigo en la Tercera....” Zé Manué, con los ojos muy abiertos, sin pestañear y ante el tumulto que escucha fuera le dice a Paco...
- Ofú, amigasho, creo que la he liao otra vé...
- Me parece que sí...
- Güeno, po me ví a bajá a la zegunda planta, questa gente zeguro que no me va bujcá en matennidá...
- Nooooo, hombre de Dios, ni se te ocurraaaaaa… En ese momento, la puerta se abre de nuevo y tres
enormes señores vestidos de verde y caqui, con aire paramilitar y transmisor en mano, se abalanzan hacia el Chori, y protagonizan una escena semejante a la captura del Ñu por parte de tres leones de la sabana africana.
Aunque en este caso el Ñu pone vestidos de limpio a los leones.
- ¡Yo me ví cagá en la zorraputa de tu mare!-dice el Chori.
- ¡Que te calles ya!
- ¡No me pongah la mano ensima que zoy pinigroso, que tu no zabe con quien ejtá hablando!
- ¡Ahora mismo te vamos a sujetar en tu cama un rato!
- ¡¡Zujétate tu un güevo!!
Dos de los de Seguridad llevan en volandas al Chori mientras éste grita a pleno pulmón.
- Chanaaaaaaa, onde está la Chanaaaaaaaaaa, tengo deresho a una llamááááá, que lo vijto en laj pinícula, dejarme hablá con la Chanaaaaaaaaaaaaaaaaa.
El tercer "león", se sacude un poco la ropa y resopla cansado y tras avisar por el transmisor al resto de sus compañeros con un “todo controlado” se dirige a Paco.
- Ya pasó todo, ¿usted está bien?
- Yo perfecto, pero ¿no deberían haber entrado con protección.
- ¿Ah sí?
- Y sus compañeros, ¿no deberían haberse lavado las manos antes de salir?
El fornido muchacho de Seguridad se encoje de hombros, y sólo acierta a responder
- Que tenga un buen día.
Y así, Paco volvió a meterse en la cama mientras al fondo oía los alaridos del Chori que inundaban el pasillo de Medicina Interna.
Todo volvía a la normalidad.


La ventana, la pared, la puerta...

EN LA PRESENTACIÓN DE "SANATIO", LA NUEVA NOVELA DE LOLA MONTALVO

El pasado 13 de febrero, en el Salón de Actos del Excmo. Colegio Oficial de Enfermería de Sevilla, tenía lugar la presentación de la novela histórica "Sanatio" de mi amiga, la escritora Lola Montalvo.
Para la ocasión, su autora contó con la colaboración de los escritores Félix G. Modroño y de un servidor, que planteamos durante la hora de presentación, un debate ameno y simpático sobre la novela y la actualidad literaria en general.


Félix G Modroño, a la izquierda. A la derecha, Alberto Puyana y a su lado, Lola Montalvo.


Tomé la palabra en primer lugar yo mismo, agradeciendo al público su asistencia y a Lola Montalvo la invitación al evento. Durante mi exposición, enumeré las muchas virtudes de "Sanatio", entre las que destaqué que se trata de "una historia accesible para todo tipo de públicos, no hace falta ser un experto en Historia de Roma" y sobre los personajes "perfectamente dibujados, con profundidad, y que le dan a la novela mucho realismo".

Por su parte Félix G. Modroño (autor de "La ciudad de los ojos grises", "La sangre de los crucificados" o "Muerte dulce") destacó la ambientación de la novela y su buena narrativa a pesar de "que la densidad, me predispuso negativamente en un principio". Igualmente hizo hincapié en las excelentes descripciones de la autora en escenas de sanación..."se nota que es enfermera", afirmó con gracejo.

Por último, la propia Lola Montalvo se encargó de contar los entresijos de la novela, el exhaustivo trabajo de investigación que supuso ahondar en una época de Roma poco conocida para el público en general. Admitió haber impregnado a su personaje principal (Ana) de su propia personalidad, dotándola de sus reacciones y su carácter y negó la posibilidad de emprender el camino de una segunda entrega de la historia, a pesar de que hay público que lo ha solicitado, y la propia novela daría pie a una continuación.

En una última ronda de impresiones, manifesté la necesidad de que "el público se quite prejuicios y etiquetas de la cabeza. No hace falta ser Catedrático en Filología o Literatura o haber estudiado Letras para escribir. Lola y yo mismo somos enfermeros...y cualquiera podría hacerlo si se lo propone. Quizás hoy entre el publico asistente hay un escritor potencial de best-sellers".
Afirmación que corroboró posteriormente Félix G. Modroño que añadió que "lo principal para poder escribir historias es leer... leer mucho. Para ser un gran escritor, primero hay que ser un gran lector".

De esta manera, y con los correspondientes agradecimientos de la autora, se puso punto y final al acto de presentación, al que siguió la firma de ejemplares.

Os animo a leer esta cautivadora novela de Lola Montalvo: "Sanatio" (GoodBooks).



jueves, 10 de abril de 2014

"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XIV



Pasaban las horas inexorablemente y Paco Penas veía como poco a poco su cuerpo parecía darse la vuelta como un calcetín. Hacía no más de una semana había ingresado en Medicina Interna, aquejado de tos y fiebre, y lo que en un principio había sido un diagnóstico dudoso y tímido de neumonía, había derivado en multitud de pinchazos, analíticas de todo tipo, culminando con la escalofriante experiencia de una colonoscopia y unas diarreas de 48 horas de evolución sin ningún atisbo de resolución temprana, al contrario, con indicios de mantenerse otras 48 horas extras. Basilio a su vez seguía con la misma sintomatología que Paco, y el hedor en la 305 era prácticamente insoportable, incluso para algunos miembros del personal que intentaban acelerar su paso por la habitación y salían por la puerta como alma que lleva el diablo, buscando el consuelo de una bocanada de aire fresco y limpio.
El propio Zé Manué había abandonado sus bromas e impertinencias, y buscaba el cobijo del hueco de las escaleras para librarse de la tortura olfativa a la que era sometido.
Cuando no tenía más remedio que volver a la habitación por algo, nada más entrar cerraba la boca, arrugaba la nariz y con sus ojos saltones decía...”¡¡qué pejte, caraho!!”...revolvía entre sus cosas y aligeraba el paso para dejar atrás la hediondez del cuarto.
Cierta tarde, Paco observa cuchicheos de pasillos...dos batas blancas por un lado, otras tres por otro...todos hablando casi al oído, y lo poco perceptible estaba expresado con un mensaje "cifrado", una especie de código secreto que bien pudiera ser compatible con una comunicación de la CIA o la Interpol.
No se sabe si por cuestiones personales, o vaya usted a saber de qué índole, el caso es que de repente una enfermera entra en la habitación y habla con Antonia, la hija de Basilio.
- Tenemos que cambiar de habitación a Basilio.
- ¿Por qué?
- Es que tenemos que pasarlo al Aislamiento.
- ¿Qué ha pasado?
- Le han detectado un "bichito" que le provoca esas diarreas, y es contagioso; por eso tenemos que aislarlo.
Paco Penas siempre tuvo un oído fino, y la conversación a pesar de producirse a 15-20 metros de donde se encontraba, fue meridianamente clara para sus receptores auditivos. Paco, paseaba nerviosamente de arriba a abajo...un bichito...contagioso...
Como si se lo estuviese temiendo, una enfermera se acerca a hablar con nuestro protagonista.
- Francisco, ¿no ha hablado contigo el médico?
- No, desde hace un par de días, ¿pasa algo? ¿ha salido algo en la colonoscopia?
- No, eso ha salido bien, no hay nada raro.
- ¿Entonces?
- Necesitamos que nos dé una muestra de heces. Acto seguido, la enfermera le acerca un tarro de
plástico translúcido.
- Eso no será difícil…-replica Paco.
Dicho y hecho, prácticamente a los diez minutos de tener el tarro en sus manos, nuestro infeliz protagonista ya había completado satisfactoriamente la recogida de la muestra, la cual entregó rápidamente a la enfermera que se lo había solicitado.
Hubo de esperar un par de días para que el Dr. Carapalo acudiera al pase de sala.
Con su habitual cara de asco (esta vez tenía una buena razón, pues el olor en la habitación era nauseabundo), carpetas en mano y rictus severo se acerca a Paco.
- A ver, Francisco, le tenemos que cambiar de habitación.
- ¿Y eso por qué?
- Porque le hemos detectado un bichito, y puede ser contagioso si no se toman medidas
- ¿Y qué bichito es ese, si se puede saber?
El doctor lo mira con cara de "ya me van a hacer perder el tiempo" y le dice con voz grave.
- Clostridium Difficile...
Zé Manué que estaba atento, responde...
- Fú, zo zuena mu má ¿zabá morí?
- No, no suele ser mortal...
- ¿No suele?-responde Paco.
- No, no, no, para nada, no tiene por qué haber complicaciones...
- ¿Pero puede haberlas?
- Hombre, como todo en esta vida, nunca se puede decir que no con un 100% de seguridad, y...

Dicho esto, el Dr. Carapalo toma las carpetas en las manos y sin dejar de mirar a los pacientes de la 305, empieza a retroceder lentamente, en una de sus brillantes maniobras evasivas dejando a Paco con la palabra en la boca.
Al poco, Paco Penas recoge sus cosas y es trasladado a un cuarto en cuya puerta hay un cartel que pone "AISLAMIENTO DE CONTACTO".
Justo antes de abrir la puerta, inspira profundamente temiendo que su libertad cada vez está viéndose más reducida en espacio y tiempo a la vez que la sensación de claustrofobia va en aumento.
Zé Manué se acerca a Paco e intenta consolarlo.
- Amigasho, zeguro quezo nosná, yo haze tiempo cuando era un chavea también tenía bisho en er culo, ¿zabusté?, ademá macuerdo que me picaba una jartá, y yo venga rajcarme, y venga rajcarme, y ná que no za ma quitaba. Mira, y me dió la mama un remedio de la güela Zunzión poniéndome arcó de romero con no zé qué yerba en tor zerete ¿zabusté?
- ¿Y se te quitó?
- Po me paeze que no, pero cagá, parecía que cagaba eucalito, amigasho.


sábado, 5 de abril de 2014

"EL PRETICANTE" (Lectura Online).- Capítulo XIII



La pequeña tregua que el destino reservó para el bueno de Paco Penas apenas duró 24 horas. Un día completo de sempiterna peregrinación al inodoro que contribuyó a erosionar aun más si cabe, la maltrecha fortaleza física y mental de nuestro protagonista.
Si no era suficiente con las evacuaciones interminables, para colmo de males el Chori no cedía en su irritante empeño en sacar de sus casillas a Paco con comentarios soeces y faltos de tacto, en un despreciable ejercicio de "acoso y derribo" a su moral.
Finalmente el segundo intento fue el definitivo, y la prueba se realizó con éxito y aunque traumatizado por la desagradable experiencia de pasar por Endoscopia, Paco respiró aliviado.
Cansado, derrotado, hundido, agraviado, humillado,...y por último hambriento como hacía tiempo que no se sentía, por fin se sumergió en las profundidades de sus sábanas blancas y descansó algo.
Muchas horas con una triste dieta líquida lo habían terminado de dejar apenas con las limitadas fuerzas que te permiten soportar los párpados abiertos, y así fue como Paco esperó con ansia desmesurada la llegada de un almuerzo, del que no había podido disfrutar porque durante el reparto de bandejas de comida, se encontraba pasando "las de Caín" con el endoscopista.
Pero era una muy sana costumbre la de Medicina Interna (y el resto de unidades hospitalarias del centro, en general) la de enviar de vuelta la bandeja a Cocina, y reclamarla posteriormente cuando el enfermo está de vuelta en su cama; de esta manera, la comida no llegaba fría a los desconsolados jugos gástricos de los pacientes.
Y así fue como, tras la vuelta de Paco a su lecho, una de las enfermeras telefoneó a Cocina solicitando la bandeja de nuestro protagonista para que pudiese disfrutar de un merecido ágape.
Paco comienza a tener unos ligeros ruidos intestinales con molestias difusas. Una especie de "desazón" extraña, que lo empujan tímidamente a caminar de nuevo hacia el WC.
Una intensa y nauseabunda diarrea le obligan a permanecer unos minutos en el cuarto de baño. Finalmente, vuelve a la cama.
Zé Manué ("el Chori") sonríe con maldad y aunque por un momento parece que va a volver "a la carga", se queda mirando a Paco sin parpadear...parece que hasta él mismo está cansado de hacer chistes con el mismo tema.
A los tres minutos, Paco vuelve a entrar en el servicio con urgencia pero esta vez se ve obligado a quedarse un largo rato.
En ese tiempo, una pinche con bastantes prisas y algo atolondrada en su proceder, se precipita hacia el mostrador de enfermería con cara de pocos amigos, como si el hecho de portar una bandeja en sus manos y subir a la tercera planta (en ascensor, todo sea dicho) supusiera una afrenta a los derechos adquiridos en los últimos 150 años por todo trabajador en su jornada laboral.
Tras preguntar con aire de "quién puñetas me ha llamado para subir esta bandeja", una auxiliar le indica que es para la 305.
Cuando le van a indicar que es para el de la cama de en medio, la pinche hace unos segundos que ha dejado a la auxiliar con la palabra en la boca, y se encamina con un andar entre malhumorado y enrabietado, bandeja en mano.
Paco permanece encerrado a su pesar en el WC, tirando de la cadena de tres en tres minutos sin poder abandonar su "trono".
La pinche, que entra en la habitación como un miura en toriles y solo le falta bufar y escarbar con uno de sus pies en el suelo, pregunta
- ¿Para quién es esta bandeja?
- Pa mí.-responde desde el fondo de la habitación
Zé Manué.
Y la pinche ni corta ni perezosa, le planta la bandeja enfrente al esquelético Chori que abre los ojos al punto de parecer que se salen de sus órbitas. En ese momento, la pinche repara en que hay una bandeja vacía junto al Chori
- ¿Y esa bandeja?
- Eza é de mi amigasho, que ejtá en el zirvisio,
¿zabusté?...ej que za la comío con musha janzia y la zentao como uná patán logüevo, y allistá rilándoze vivo, ¿zabusté?
Satisfecha con la explicación, la pinche se da media vuelta y abandona la planta.
Zé Manué da buena cuenta de la bandeja de Paco, mientras éste intenta calmar sus alborotados movimientos intestinales.
Cuando consigue salir del WC, el Chori hace un rato que ha terminado de comer y apoya una de sus manos en un abultado abdomen, poco acostumbrado a semejante festín.
Paco espera pacientemente unos minutos, pero al ver que ha pasado más de media hora se dirige al mostrador de enfermería.
- Perdone, ¿sabe usted si hay algún problema con la comida?
- ¿Cómo que con la comida?
- Sí, es que llevo un rato esperando y no me han traído todavía el almuerzo
- ¿Cómo que no? Pero si ha estado aquí la pinche con la bandeja… ¿¿alguien sabe dónde está la bandeja de comida del 305-2??

El personal rebusca por mil y un escondites...quizás no se llegó a enviar al destino correcto. Finalmente alguien se acerca a la habitación y ve las tres bandejas.
La cercanía de dos de ellas al cuerpo del Chori le delatan y éste, en vez de improvisar alguna de sus absurdas ocurrencias, se ríe a carcajada limpia. Una enfermera vuelve a llamar a Cocina...
- Mira, te llamo de Medicina Interna...es que antes me habéis traído una bandeja, del 305-2...sí...es que por equivocación se le ha puesto al paciente de al lado, y se la ha comido...sí...hija, pues necesito que me subáis otra...no voy a dejar al pobre hombre sin comer, ¿no?...venga.
Pocos minutos más tarde vuelve a aparecer la "pinche bufadora" dando enérgicos pisotones a medida que avanza hacia el mostrador con otra bandeja en la mano.
- La bandeja...
- Para la 305, la cama de en medio.
- A ver si nos aclaramos...
- A ver si escuchamos antes de salir disparada a la habitación.
El cruce de comentarios y de miradas recuerda a los duelos de los westerns de John Wayne. Mentalmente unos y otros recurren al amplio catálogo de mierdas pasadas para arrojarlas a la cara del contrincante, y bien es sabido que dicho catálogo es amplio. No en vano, determinadas pinches de Cocina pertenecen a un oscuro subgrupo de personajes extremadamente quisquillosas con los temas de las comidas, hasta el punto de rayar en lo absurdo, lo demencial, lo surrealista, lo esquizofrénico…con un exacerbado sentimiento posesivo hacia esas bandejas de comida.

La pinche decide que es mal momento para ponerse farruca porque está en minoría y no tiene razón ni tiempo para discutir, así que lleva la bandeja a la habitación plantándola de mala gana frente a Paco.
Con los brazos en jarra, se vuelve hacia el Chori en actitud vengativa, diciendo…
- Te habrás quedado a gusto...
A lo que Zé Manué responde torciendo el gesto...
- Mayormente, zí zeñorita...pero con un colacaíto me quedaba “rey”, ¿zabusté?