La
pequeña tregua que el destino reservó para el bueno de Paco Penas
apenas duró 24 horas. Un día completo de sempiterna peregrinación
al inodoro que contribuyó a erosionar aun más si cabe, la
maltrecha fortaleza física y mental de nuestro protagonista.
Si
no era suficiente con las evacuaciones interminables, para colmo de
males el Chori no cedía en su irritante empeño en sacar de sus
casillas a Paco con comentarios soeces y faltos de tacto, en un
despreciable ejercicio de "acoso y derribo" a su moral.
Finalmente
el segundo intento fue el definitivo, y la prueba se realizó con
éxito y aunque traumatizado por la desagradable experiencia de pasar
por Endoscopia,
Paco respiró aliviado.
Cansado,
derrotado, hundido, agraviado, humillado,...y por último
hambriento como hacía tiempo que no se sentía, por fin se
sumergió en las profundidades de sus sábanas blancas y descansó
algo.
Muchas
horas con una triste dieta líquida lo habían terminado de dejar
apenas con las limitadas fuerzas que te permiten soportar los
párpados abiertos, y así fue como Paco esperó con ansia
desmesurada la llegada de un almuerzo, del que no había podido
disfrutar porque durante el reparto de bandejas de comida, se
encontraba pasando "las de Caín" con el endoscopista.
Pero
era una muy sana costumbre la de Medicina Interna (y el resto de
unidades hospitalarias del centro, en general) la de enviar de vuelta
la bandeja a Cocina, y reclamarla posteriormente cuando el enfermo
está de vuelta en su cama; de esta manera, la comida no llegaba fría
a los desconsolados jugos gástricos de los pacientes.
Y
así fue como, tras la vuelta de Paco a su lecho, una de las
enfermeras telefoneó a Cocina solicitando la bandeja de nuestro
protagonista para que pudiese disfrutar de un merecido ágape.
Paco
comienza a tener unos ligeros ruidos intestinales con molestias
difusas. Una especie de "desazón" extraña, que lo empujan
tímidamente a caminar de nuevo hacia el WC.
Una
intensa y nauseabunda diarrea le obligan a permanecer
unos minutos en el cuarto de baño. Finalmente, vuelve a la cama.
Zé
Manué ("el Chori") sonríe con maldad y aunque por un
momento parece que va a volver "a la carga", se queda
mirando a Paco sin parpadear...parece que hasta él mismo está
cansado de hacer chistes con el mismo tema.
A
los tres minutos, Paco vuelve a entrar en el servicio con urgencia
pero esta vez se ve obligado a quedarse un largo rato.
En
ese tiempo, una pinche con bastantes prisas y algo atolondrada en su
proceder, se precipita hacia el mostrador de enfermería con cara de
pocos amigos, como si el hecho de portar una bandeja en sus manos y
subir a la tercera planta (en ascensor, todo
sea dicho) supusiera una afrenta a los derechos adquiridos en los
últimos 150 años por todo trabajador en su jornada laboral.
Tras
preguntar con aire de "quién puñetas me ha llamado para subir
esta bandeja", una auxiliar le indica que es para la 305.
Cuando
le van a indicar que es para el de la cama de en medio, la pinche
hace unos segundos que ha dejado a la auxiliar con la palabra en la
boca, y se encamina con un andar entre malhumorado y enrabietado,
bandeja en mano.
Paco
permanece encerrado a su pesar en el WC, tirando de la cadena de tres
en tres minutos sin poder abandonar su "trono".
La
pinche, que entra en la habitación como un miura en toriles y solo
le falta bufar y escarbar con uno
de sus pies en el suelo, pregunta
-
¿Para quién es esta bandeja?
-
Pa mí.-responde desde el fondo de la habitación
Zé
Manué.
Y
la pinche ni corta ni perezosa, le planta la bandeja
enfrente al esquelético Chori que abre los ojos al punto de parecer
que se salen de sus órbitas. En ese momento, la pinche repara en que
hay una bandeja vacía junto al Chori
-
¿Y esa bandeja?
-
Eza é de mi amigasho, que ejtá en el zirvisio,
¿zabusté?...ej
que za la comío con musha janzia y la zentao como uná patán
logüevo, y allistá rilándoze vivo, ¿zabusté?
Satisfecha
con la explicación, la pinche se da media vuelta y abandona la
planta.
Zé
Manué da buena cuenta de la bandeja de Paco, mientras éste intenta
calmar sus alborotados movimientos intestinales.
Cuando
consigue salir del WC, el Chori hace un rato que ha terminado de
comer y apoya una de sus manos en un abultado abdomen, poco
acostumbrado a semejante festín.
Paco
espera pacientemente unos minutos, pero al ver que ha pasado más de
media hora se dirige al mostrador de enfermería.
-
Perdone, ¿sabe usted si hay algún problema con la comida?
-
¿Cómo que con la comida?
-
Sí, es que llevo un rato esperando y no me han traído todavía el
almuerzo
-
¿Cómo que no? Pero si ha estado aquí la pinche con la bandeja…
¿¿alguien sabe dónde está la bandeja de comida del 305-2??
El
personal rebusca por mil y un escondites...quizás no se llegó a
enviar al destino correcto. Finalmente alguien se acerca a la
habitación y ve las tres bandejas.
La
cercanía de dos de ellas al cuerpo del Chori le delatan y éste, en
vez de improvisar alguna de sus absurdas ocurrencias, se ríe a
carcajada limpia. Una enfermera vuelve a llamar a Cocina...
-
Mira, te llamo de Medicina Interna...es que antes me habéis traído
una bandeja, del 305-2...sí...es que por equivocación se le ha
puesto al paciente de al lado, y se la ha comido...sí...hija, pues
necesito que me subáis otra...no voy a dejar al pobre hombre sin
comer, ¿no?...venga.
Pocos
minutos más tarde vuelve a aparecer la "pinche bufadora"
dando enérgicos pisotones a medida que avanza hacia el mostrador con
otra bandeja en la mano.
-
La bandeja...
-
Para la 305, la cama de en medio.
-
A ver si nos aclaramos...
-
A ver si escuchamos antes de salir disparada a la habitación.
El
cruce de comentarios y de miradas recuerda a los duelos de los westerns de John Wayne. Mentalmente unos y otros recurren al amplio
catálogo de mierdas pasadas para arrojarlas a la cara del
contrincante, y bien es sabido que dicho catálogo es amplio. No en
vano, determinadas pinches de Cocina pertenecen a un oscuro subgrupo
de personajes extremadamente quisquillosas con los temas de las
comidas, hasta el punto de rayar en lo absurdo, lo demencial, lo
surrealista, lo esquizofrénico…con un exacerbado sentimiento
posesivo hacia esas bandejas de comida.
La
pinche decide que es mal momento para ponerse farruca porque está en
minoría y no tiene razón ni tiempo para discutir, así que lleva la
bandeja a la habitación plantándola de mala gana frente a Paco.
Con
los brazos en jarra, se vuelve hacia el Chori en actitud vengativa,
diciendo…
-
Te habrás quedado a gusto...
A
lo que Zé Manué responde torciendo el gesto...
-
Mayormente, zí zeñorita...pero con un colacaíto me quedaba “rey”,
¿zabusté?
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