AÚN HABITO ENTRE LOS MUERTOS
Primer Premio del III Concurso de Diarios de Viaje de "Nómadas" RNE 2016.
22 de junio de 2016
Cuando acabe el día seguiré entre los muertos.
Al alba Génova nos recibió con el cielo más luminoso que
recuerdo desde que llegué a Italia, hace cuatro días, y mi ánimo creció tras el
primer capuccino caliente con focaccia de tomate y orégano. Teníamos la jornada
de hoy marcada en rojo en el calendario del viaje, y llevábamos meses… años, esperando este momento.
Me decían
algunos amigos que ya habían visitado la capital de la Liguria, que Génova
carece de atractivos. Y más que nunca me convenzo de que, ese tipo de
opiniones, dependen del nivel de expectativas que el viajero acumule en su
mochila. La mía en particular, iba vacía, pues siempre encontramos motivos,
lugares, sensaciones y momentos capaces de marcarnos de por vida en cualquier
ubicación del mundo, por extraño que parezca.
Así que no me defraudó lo más
mínimo contemplar la Piazza Ferrari al mediodía con sus fachadas monumentales, y el Teatro Carlo Felice capaz de transportarte a la lejana Roma imperial a
través de su entablamento y columnata.
Tampoco me defraudó la Catedral de San
Lorenzo, espigada y orgullosa, con sus bandas marmóreas horizontales, blancas y
negras.
No me defraudó la Vía Garibaldi ni sus palacios: el blanco, el rojo… a
cual más espectacular. Vecinos de la misma calle y a la vez rivales, tratando
cada uno de robar el corazón del visitante con sus múltiples virtudes.
Pero lo que en realidad cautivó mi espíritu fue la visita
de la tarde, tras la degustación de aquel
pesto genovés regado de buen vino tinto de la casa, que regaló a nuestros
paladares los sabores más maravillosos
del día.
Tras la obligada parada del almuerzo, tomamos el autobús que nos
llevaba hasta las mismas puertas del Cementerio de Staglieno, al norte de la
ciudad.
Qué difícil resulta describir con palabras lo hermoso de un lugar donde
la muerte y el arte se abrazan; donde los mejores escultores italianos de la
época dejaron su impronta con esculturas conmovedoras, llenas a la vez de
esperanza y dolor.
Ángeles que toman en sus brazos a quien deben ayudar a
cruzar al otro lado, familiares esculpidos al más mínimo detalle en el momento del máximo sufrimiento al despedir
al ser querido. Imágenes, terroríficas, mostrando la cadavérica muerte
aferrando inmisericorde el inocente brazo del finado… Galerías y galerías
llenas de esculturas que loan la muerte y la vida, provocando al visitante
sensaciones contradictorias que van desde el rechazo a lo amargo y desconocido,
hasta el éxtasis por la contemplación del arte llevado a una de sus máximas
expresiones, justo en el lugar donde ya no hay vuelta atrás. De donde jamás se
regresa.
Hay quien me mira como un bicho raro por visitar un cementerio. A esos
les digo que nunca antes he visitado un museo más bello al aire libre… al aire
eterno.
Es por eso que mi mente seguirá allí por lo que queda del
día y de viaje.
Por ello aún habito entre los muertos.